Y cuando llegó la 474ª noche

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Ella dijo:

"... ¡Ya lo sé perfectamente! ¿Pero qué ser humano podrá afrontar esos formidables talismanes de que hablas y soportar tan terribles peligros?" El moghrabín contestó: "¡Oh Juder, no les tengas ningún temor! ¡Los diversos personajes a quienes verás en las puertas, no son más que vanos fantasmas sin alma! ¡Puedes, pues, estar verdaderamente tranquilo!"

Y pronunció Juder: "¡Pongo mi confianza en Alah!" Al punto comenzó el moghrabín con sus fumigaciones mágicas. Y echó de nuevo incienso en la lumbre del brasero, y se puso a recitar las fórmulas conjuratorias. Y he aquí que el agua del río disminuyó poco a poco y desapareció, y el lecho del río quedó seco, ostentando la enorme puerta del tesoro.

Al ver aquello, Juder, sin dudar ya, avanzó por el cauce del río y se encaminó a la puerta de oro, llamando a ella ligeramente una, dos y tres veces. Y desde dentro se hizo oír una voz que decía: "¿Quién llama a la puerta de los Tesoros sin saber romper los encantos?"

El contestó: "¡Soy Juder-ben-Omar!" Y al instante se abrió la puerta, y en el umbral apareció un personaje que hubo de gritarle, alfanje en mano: "¡Presenta el cuello!" Y Juder le presentó su cuello; y el otro iba a darle con su alfanje, pero cayó en el mismo momento. Y sucedió lo propio con las otras puertas, hasta la séptima, exactamente como se lo había predicho y recomendado el moghrabín. Y a cada vez rompía Juder con gran valor todos los encantos, hasta que se le apareció su madre saliendo de la séptima puerta. Le miró, y le dijo: "¡Contigo todas las zalemas, ¡oh hijo mío!"

Pero Juder le gritó: "¿Y quién eres tú?" Ella contestó: "Soy tu madre, ¡oh hijo mío! ¡Soy la que te ha llevado nueve meses en su seno, la que te ha amamantado y te ha dado la educación que tienes, ¡oh hijo mío!" El exclamó: "¡Quítate la ropa!" Ella replicó: "¿Cómo, siendo mi hijo, me pides que me ponga desnuda?" El dijo: "¡Quítatelo todo, o si no, te derribaré la cabeza con este alfanje!" Y echó mano al alfanje que pendía de la pared, y lo empuñó, gritando: "¡Como no te desnudes, te mato!" Entonces decidióse ella a quitarse parte de sus vestiduras; pero le dijo él: "¡Quítate lo demás!" Y se quitó ella algo más. El le dijo: "¡Más todavía!" Y continuó apremiándola hasta que se quitó ella toda la ropa y no tuvo encima más que el calzón, y hubo de decirle avergonzada: "¡Ah hijo mío! ¡todo el tiempo que empleé en educarte lo perdí! ¡Qué decepción! ¡Tienes un corazón de piedra! ¡Y he aquí que quieres ponerme en una posición vergonzosa, obligándome a mostrar mi desnudez más íntima! ¡Oh hijo mío! ¿no te parece una cosa ilícita y un sacrilegio?"

El dijo: "¡Es verdad! ¡Quédate, pues, con el calzón!" Pero apenas hubo pronunciado Juder estas palabras, exclamó la vieja: "¡Ha consentido! ¡Pegadle!" Y al punto sintió él que le daban en los hombros golpes fuertes y tan numerosos como gotas de lluvia, los cuales le eran asestados por todos los guardianes invisibles del tesoro. ¡Y en verdad que aquello fue para Juder una paliza sin precedentes y que nunca en su vida olvidaría! ¡Luego, en un abrir y cerrar de ojos, los efrits invisibles le echaron a golpes fuera de las salas del tesoro y de la última puerta, la cual dejaron cerrada, como estaba antes!

Y he aquí que el moghrabín vio que le arrojaban de la puerta, y se apresuró a recogerle, pues ya las aguas surgían otra vez con gran estrépito, invadiendo el lecho del río y tornando a su curso interrumpido. Y le transportó a la orilla, desmayado, y se puso a recitar sobre él versículos del Korán hasta que recobró el sentido.

Entonces le dijo: "¡Ya había salvado todos los obstáculos y roto todos los encantos! ¡Fué el calzón de mi madre lo que me hizo perder cuanto gané antes, y me atrajo esa paliza de la que aun tengo señales!" Y le contó todo lo que le había ocurrido en el sitio del tesoro.

Entonces le dijo el moghrabín: "¿No te recomendé que no me desobedecieras? ¡Ya lo ves! ¡Me has defraudado y te has defraudado a ti mismo por no querer obligarla a que se quitara el calzón! ¡Por este año todo ha terminado! ¡Y tendremos que esperar hasta el año próximo para repetir nuestras tentativas! ¡Desde ahora hasta entonces vivirás conmigo!"

Y llamó a los dos negros, que aparecieron en seguida, y plegaron la tienda de campaña, y recogieron lo que estaba por recoger y se ausentaron un momento para volver con las dos mulas, sobre las cuales montaron Juder y el moghrabín, regresando inmediatamente a la ciudad de Fas.

Juder vivió, pues, en casa del moghrabín un año entero, poniéndose cada día un traje nuevo de gran valor y comiendo bien y bebiendo de cuanto salía del saco, conforme a sus anhelos y deseos.

Y he aquí que llegó el día de la nueva tentativa, a primeros del año siguiente, y el moghrabín fué en busca de Juder, y le dijo: "¡Levántate! ¡Y vamos adonde tenemos que ir!"

Juder contestó: "¡Bueno!" Y salieron de la ciudad, y vieron a los dos negros, que les presentaron las dos mulas, y subieron al punto a ellas y las guiaron en dirección del río, a cuyas orillas no tardaron en llegar. Se levantó, y alfombró, y amuebló la tienda de campaña como la vez anterior.

Y después de comer, el moghrabín cogió la caña hueca, las tabletas de cornalina roja, el braserillo con lumbre y el incienso; y antes de comenzar las fumigaciones mágicas, dijo a Juder: "¡Oh Juder, tengo que hacerte una recomendación!"

Juder exclamó: "¡Oh mi señor peregrino, en verdad que no vale la pena! ¡Como no me olvidé de la paliza que recibí, tampoco me olvidé de tus excelentes recomendaciones del año pasado...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente



Pero cuando llegó la 475ª noche

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Ella dijo:

"¡... Como no me olvidé de la paliza que recibí, tampoco me olvidé de tus excelentes recomendaciones del año pasado!" El otro preguntó: "¿De verdad las recuerdas!" Juder contestó: "¡Ah, sí por cierto!"

El otro dijo: "¡Pues bien, Juder, conserva tu alma! ¡Y sobre todo, no vayas a imaginarte otra vez que la vieja es tu madre, pues no es más que un fantasma que toma la apariencia de tu madre para inducirte a error! ¡Y sabe que si la primera vez saliste de allá con tus huesos cabales, si te dejas engañar, es seguro que los perderás en el tesoro!" Juder contestó: "¡Me dejé engañar una vez! ¡Pero si ahora volviera a engañarme merecería que me quemaran!"

Entonces el moghrabín echó incienso en la lumbre y formuló sus conjuros. Y al punto se secó el río, y permitió a Juder adelantarse hacia la puerta de oro. Llamó a ella, y se abrió; y consiguió él romper los encantos diversos de las puertas hasta que llegó a presencia de su madre, que le dijo: "¡Bienvenido seas, oh hijo mío!"

El contestó: "¿Y desde cuándo y por qué soy tu hijo, ¡oh maldita!? ¡Quítate la ropa!" Entonces ella, tratando de engañarle empezó a quitarse la ropa lentamente y prenda a prenda hasta que no tuvo encima más que el calzón. Y exclamó Juder: "¡Quítatelo! ¡oh maldita!" Y se quitó ella el calzón, desvaneciéndose cual fantasma sin alma.

Juder penetró entonces sin dificultad en la estancia del tesoro, y vio los montones de oro agrupados en apretadas filas; pero se dirigió al pabellón sin prestarles la menor atención, y cuando hubo levantado la cortina, vió al gran adivino Al-Schamardal acostado en el trono de oro, con el alfanje talismánico a la cintura, el anillo en un dedo, la redomita de kohl sujeta al cuello por una cadena de oro, y encima de su cabeza aparecía la esfera celeste, brillante y redonda como la luna.

Entonces se adelantó Juder sin vacilar y quitó del tahalí el alfanje, sacó el anillo talismánico, desató la redoma de kohl, cogió la esfera celeste y retrocedió para salir. Y al punto se hizo oír a su alrededor un concierto de instrumentos que hubo de acompañarle triunfalmente hasta la salida, en tanto que de todos los puntos del tesoro subterráneo se elevaban las voces de los guardianes que le felicitaban gritando:

"¡Que te haga buen provecho ¡oh Juder! lo que supiste ganar! ¡Enhorabuena! ¡Enhorabuena!" Y no dejó de tocar la música ni dejaron de felicitarle las voces hasta que estuvo fuera del tesoro subterráneo.

Y al verle llegar cargado con los talismanes, el moghrabín cesó en sus fumigaciones y conjuros, y se levantó y empezó a besarle, oprimiéndole contra su pecho y haciéndole zalemas cordiales. Y cuando Juder le hubo entregado los cuatro talismanes, llamó a los dos negros, que llegaron desde el fondo del aire, cerraron la tienda de campaña y les presentaron las dos mulas, en las que se montaron Juder y el moghrabín para regresar a la ciudad de Fas.

Cuando estuvieron en el palacio, se sentaron ante el mantel puesto y servido con innumerables platos sacados del saco, y el moghrabín dijo a Juder: "¡Oh hermano mío! ¡oh Juder, come!" Y Juder comió y se hartó. Entonces metieron otra vez en el saco los platos vacíos, levantaron el mantel y el moghrabín Abd-Al-Sanad dijo: "¡Oh Juder, abandonaste tu tierra y tu país por mi causa! ¡Y has sacado a flote mis asuntos! ¡Y he aquí que te soy deudor de los derechos que sobre mí adquiriste! ¡No tienes más que estipular tú mismo esos derechos, porque Alah (¡exaltado sea!) se sentirá generoso para contigo por intercesión nuestra! ¡Pide, pues, lo que anheles, y no te avergüences de hacerlo, ya que lo has merecido!"

Juder contestó: "¡Oh mi señor! ¡solamente anhelo de Alah y de ti que me des el saco!" Y al punto el moghrabín le puso el saco entre las manos, diciéndole: "¡Sin duda lo mereciste! ¡Y si hubieras deseado cualquier otra cosa, la hubieras tenido! Pero ¡oh pobre! este saco sólo te servirá para comer". Juder contestó: "¿Y qué más podría yo anhelar?"

El otro dijo: "Soportaste en mi compañía bastantes fatigas, y te prometía reconducirte a tu país con el corazón jubiloso y satisfecho. Y he aquí que este saco no puede suministrarte más que la comida, pero no te enriquecerá. ¡Y yo quiero, además, enriquecerte! Toma, pues, el saco para extraer de él todos los manjares que anheles pero voy a darte también un saco lleno de oro y de joyas de todas clases, para que cuando te halles de regreso en tu país, te hagas mercader en grande escala y puedas atender con exceso a todas tus necesidades y a las de tu familia, sin preocuparte nunca de economizar".

Luego añadió: "¡Con respecto al saco de la comida, voy a enseñarte cómo te has de servir de él para extraer los manjares que desees! No tienes más que meter la mano, formulando: "¡Oh servidor de este saco, por la virtud de los Potentes Nombres Mágicos que lo pueden todo sobre ti, te conjuro a que traigas tal manjar!" ¡Y al instante encontrarás en el fondo del saco todos los manjares que desees! ¡No tienes más que meter la mano, formulando: "¡Oh servidor de este saco, por la virtud de los Potentes Nombres Mágicos que lo pueden todo sobre ti, te conjuro a que traigas tal manjar!" ¡Y al instante encontrarás en el fondo del saco todos los manjares que hayas deseado, aunque cada día fueran mil de colores diferentes y de diferente sabor!"

Luego el moghrabín hizo aparecer a uno de los dos Negros con una de las dos mulas, cogió unas alforjas grandes parecidas al saco de la comida, y llenó uno de los bolsos con oro en moneda y en lingote, y el otro bolso con joyas y pedrerías; lo puso a lomos de la mula, la tapó con el saco de la comida, que parecía completamente vacío, y dijo a Juder: "¡Monta en la mula! El negro irá delante de ti y te enseñará el camino que has de seguir, y te conducirá de tal suerte hasta la misma puerta de tu casa de El Cairo. ¡Y cuando llegues, coge los dos sacos y deja la mula al negro, que él me la traerá! ¡Y no pongas a nadie al corriente de nuestro secreto! ¡Y ahora, me despido de ti en Alah...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 476ª noche

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Ella dijo:

"¡... Y ahora, me despido de ti en Alah!" Juder contestó: "¡Alah aumente tu prosperidad y tus beneficios! ¡Muchas gracias!" Y subió a los lomos de la mula, llevando consigo los dos sacos dobles, y se puso en camino precedido por el negro.

Y la mula siguió fielmente al negro conductor durante el transcurso del día y de la noche; y únicamente necesitó un día para efectuar el viaje del Maghreb a El Cairo; porque al día siguiente por la mañana Juder se vio ante las murallas de El Cairo y entró en su ciudad natal por la Puerta de la Victoria. Y llegó a su casa. Y vio sentada en el umbral a su madre, que, con la mano tendida a los transeúntes, pedía limosna, diciendo: "¡Dadme algo, por Alah!"

Al ver aquello, abandonó la razón a Juder, que apeóse de la mula, y con los brazos abiertos se abalanzó a su madre, la cual hubo de echarse a llorar al verle. Y la arrastró a la casa, después de coger los dos sacos y confiar la mula al negro para que se la llevara al moghrabín; porque la mula era una gennia y el negro un genni.

Cuando Juder estuvo con su madre dentro de la casa, la hizo sentarse en la estera, y afectado muy penosamente de verla mendigar por la calle, le dijo: "¡Oh madre! ¿están bien mis hermanos?" Ella contestó: "¡Bien están!" El preguntó: "¿Por qué mendigas en la calle?" Ella contestó: "¡Oh hijo mío, porque tengo hambre!" El dijo: "¿Cómo es eso? ¡Antes de partir te di cien dinares un día, cien dinares otro día y mil dinares el día de la marcha!" Ella dijo: "¡Oh hijo mío, tus hermanos imaginaron contra mí una estratagema y consiguieron cogerme todo ese dinero, echándome luego de la casa! ¡Y para no morirme de hambre me he visto obligada a mendigar por las calles!"

El dijo: "¡Oh madre mía, ya no tienes nada por qué sufrir estando yo de vuelta! ¡No te preocupe, pues, lo más mínimo! ¡He aquí un saco lleno de oro y de joyas! ¡Y la riqueza abunda hoy en la morada!" Ella contestó: "¡Oh hijo mío, verdaderamente naciste bendito y afortunado! ¡Concédate Alah sus buenas mercedes y aumente sobre ti sus beneficios! iVé ahora, hijo mío, en busca de un poco de pan para ambos, porque ayer me acosté sin haber comido nada, y esta mañana estoy en ayunas todavía!" Y al oír hablar de pan, Juder sonrió, y dijo: "La bienvenida y la liberalidad sobre ti, ¡oh madre mía! ¡No tienes más que pedir los manjares que anheles, y te los daré al instante, sin tener que ir a comprarlos al zoco ni guisarlos en la cocina!" Ella dijo: "¡Oh hijo mío! ¡el caso es que no veo que tengas nada de comer! ¡Y por todo equipaje no has traído más que esos dos sacos, vacío uno de ellos!" El dijo: "¡Tengo todos los manjares que quieras y de todos los colores!" Ella dijo: "¡Hijo mío, el hambre!" El dijo: "¡Es verdad! ¡Cuando el hombre está necesitado se contenta con la menor cosa! ¡Pero habiendo abundancia de todo, da gusto escoger y comer sólo las cosas más delicadas! ¡Y he aquí que tengo en abundancia de todo, y puedes elegir!"

Ella dijo “;Entonces, hijo mío, deseo un panecillo caliente y un pedazo de queso!"

El contestó: "¡Oh madre mía! ¡eso no es digno de tu categoría!" Ella dijo: "Más bien que yo sabrás tú lo que es mejor. ¡Has, pues, lo que mejor te parezca!" El dijo: "¡Oh madre mía! ¡me parece lo mejor y más digno de tu categoría un cordero asado, y también unos pollos asados y arroz sazonado con pimienta! ¡Asimismo, me parecen propios de tu categoría las tripas rellenas, las calabazas rellenas, los carneros rellenos, las chuletas rellenas, la kenafa hecha con almendras, miel de abejas y azúcar, los pasteles rellenos de alfónsigos y perfumados con ámbar y los losanges de Baklaua!"

Al oír estas palabras, la pobre mujer creyó que su hijo se burlaba de ella o que había perdido la razón, y exclamó: "¡Yuh! ¡Yuh! ¿Qué te ha sucedido, ¡oh hijo mío! ¡oh Juder!? ¿Sueñas, o acaso te has vuelto loco?" El dijo: "¿Y por qué,?" Ella contestó: "¡Pues porque acabas de citarme cosas tan asombrosas y tan caras y tan difíciles de preparar, que costaría un trabajo ímprobo poseerlas!" El dijo: "¡Por mi vida, que necesito absolutamente que comas al instante cuanto acabo de enumerar!"

Ella contestó: "¡Pues aquí no veo por ninguna parte nada de eso!" El dijo: "¡Tráeme el saco!" Y le llevó ella el saco, y lo palpó y lo encontró vacío. Se lo dio, sin embargo, y al punto metió la mano él en el saco y extrajo primero un plato de oro en que se alineaban, olorosas y húmedas y nadando en su propia salsa apetitosa, las tripas rellenas; luego metió la mano por segunda vez, y una porción de veces más, para ir sacando sucesivamente todas las cosas que había enumerado y hasta algunas otras que no hubo de enumerar. Y le dijo su madre: "¡Hijo mío, el saco es pequeñito y estaba completamente vacío, y he aquí que sacaste de él todos esos manjares y todos esos platos! ¿Dónde estaba todo eso?" El dijo: "¡Oh madre mía! ¡has de saber que este saco me lo dio el moghrabín! ¡Y está encantado! ¡Tiene por servidor un genni que obedece las órdenes que se le dan según tal fórmula!" Y le dijo la fórmula. Y le preguntó su madre: "Así, pues, si yo meto la mano en este saco pidiendo un manjar con arreglo a la fórmula, ¿lo encontraré?" El dijo: "¡Sin duda!" Entonces metió la mano ella, y dijo: "¡Oh servidor de este saco! ¡por la virtud de los Nombres Mágicos que lo pueden todo sobre ti, te conjuro a que me traigas además otra chuleta rellena...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 477ª noche

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Ella dijo:

"... te conjuro a que me traigas además otra chuleta rellena!" Y al punto notó debajo de su mano el plato, y lo sacó del saco. ¡Y era una chuleta rellena maravillosamente y aromatizada con clavo y otras especias finas! Entonces dijo ella: "¡A pesar de todo, deseo también un panecillo caliente y queso, porque estoy acostumbrada a ello y nada me satisface tanto!" Y metió la mano, pronunció la fórmula, y extrajo lo que había pedido. A la sazón le dijo Juder: "¡Oh madre mía! ¡es preciso que cuando acabemos de comer metamos otra vez en el saco los platos vacíos, porque así lo exige el talismán! ¡Y sobre todo, no divulgues el secreto y oculta bien este saco en tu cofre para no sacarlo más que en el momento que se necesite! Pero no tengas cuidado por lo demás, sé generosa con todo el mundo, con los vecinos y los pobres; y sirve de todos los manjares a mis hermanos, igual estando yo presente que en mi ausencia".

¡Y he aquí que, apenas había acabado de hablar Juder, entraron sus dos hermanos y vieron la comida maravillosa!

Porque acababan de saber la noticia de la llegada de su hermano Juder por un hombre del barrio, que les dijo: "¡Vuestro hermano acaba de llegar de viaje, montado en una mula, precedido por un negro y vestido con trajes que no tienen igual!"

Y se dijeron entonces: "¡Pluguiera a Alah que no hubiésemos maltratado a nuestra madre nunca! ¡Porque sin duda va a contarle ahora lo que le hicimos sufrir! ¡Y cuál será nuestra confusión frente a él entonces!"

Pero añadió uno de ellos: "¡Nuestro hermano es compasivo! ¡De todos modos, aunque ella le contara la cosa, nuestro hermano es aún más compasivo que ella y más indulgente! ¡Y si alegamos cualquier disculpa de nuestra conducta, admitirá nuestra disculpa y nos excusará!" Y al cabo decidiéronse a buscarle.

Así, pues, cuando entraron y los vio Juder, se levantó en honor suyo y hubo de desearles la paz con las mayores muestras de consideración, y les dijo: "¡Sentaos y comed con nosotros!" Y se sentaron y comieron. ¡Y estaban muy debilitados y enflaquecidos por el hambre y las privaciones!

Cuando acabaron de comer y se sintieron saciados Juder les dijo: "¡Oh hermanos míos! ¡coged lo que sobró de la comida y repartídselo a los pobres y a los mendigos de nuestro barrio!" Ellos contestaron: "¡Oh hermano nuestro! ¡mejor será que nos lo guardemos para cenar!" Juder les dijo: "¡A la hora de cenar tendréis bastante más!" Entonces recogieron las sobras y salieron para repartirlas entre los pobres y los mendigos que pasaban, diciéndoles: "¡Tomad y comed!" Tras de lo cual, devolvieron los platos vacíos a Juder, que se los entregó a su madre, diciéndole: "¡Mételos en el saco!"

Por la noche, a la hora de cenar, Juder cogió el saco y sacó de él cuarenta especies de platos que su madre puso sobre el mantel uno tras de otro; luego invitó a sus hermanos a que entrasen para comer. Y cuando hubieron acabado, les sacó pasteles para que se endulzasen; y se endulzaron. Entonces les dijo: "¡Coged lo que sobró de la comida y repartidlo entre los pobres y los mendigos!" Al día siguiente les sirvió comidas no menos espléndidas; y lo mismo ocurrió en el transcurso de diez días consecutivos.

Pero al cabo de este tiempo, Salem dijo a Salim: "¿Sabes cómo se arregla nuestro hermano para servirnos comidas tan espléndidas a diario, una por la mañana, otra a mediodía, otra por la noche, y por la noche también pasteles? ¡En verdad que ni los sultanes comen así! ¿De dónde pudo venirle semejante fortuna y tanta opulencia? ¡Y es cosa de preguntarse asimismo de dónde saca todos esos manjares asombrosos y esa pastelería, si jamás le vemos comprar nada, ni encender lumbre, ni atender a la cocina, ni poseer cocinero!"

Y contestó Salim: "¡Por Alah, que no sé nada! ¿Pero conoces a alguien que pueda revelarnos la verdad de todo eso?" El otro dijo: "¡Únicamente nuestra madre! podría ilustrarnos acerca del particular!" Y al instante imaginaron una estratagema y entraron en casa de su madre en ausencia de su hermano, y le dijeron: "¡Oh madre nuestra, tenemos hambre!" Ella contestó: "¡Pues regocijáos porque vais a satisfacerla enseguida!"

Y entró en la sala donde estaba el saco, metió la mano en él pidiendo al servidor algunos manjares bien calientes, y los sacó al punto para llevárselos a sus hijos, que le dijeron: "¡Oh madre nuestra, estos manjares están calientes, y el caso es que jamás te vemos cocinar ni soplar la lumbre!" Ella contestó: "¡Los cojo del saco!" Ellos preguntaron: "¿Y qué saco es ése?" Ella contestó: "¡Es un saco encantado. Y el genni servidor del saco proporciona cuanto se le pide!" Y les explicó la fórmula, y les dijo: "¡Guardad el secreto!" Ellos contestaron: "Puedes estar tranquila. ¡Guardaremos el secreto!" Y después de haber experimentado por sí mismos las virtudes del saco y conseguir extraer de él varios manjares, se quedaron tranquilos por aquella noche.

Pero al día siguiente Salem dijo a Salim: "¡Oh hermano mío! ¿hasta cuándo vamos a continuar viviendo en casa de Juder como unos criados, comiendo de limosna? ¿No te parece mejor que nos valgamos de alguna estratagema para coger ese saco y llevárnoslo para nosotros solos?" Salim contestó: "¿Y qué estratagema inventaríamos?" El otro dijo: "¡Sencillamente, venderle nuestro hermano Juder al capitán mayor del mar de Suez!"

Salim preguntó: "¿Y cómo nos arreglaremos para venderle?" Salem contestó: "!Iremos tú y yo a ver a ese capitán mayor, que en este momento se halla en El Cairo...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.



Y cuando llegó la 478ª noche

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Ella dijo:

"¡... Iremos tú y yo a ver a ese capitán mayor, que en este momento se halla en El Cairo, y le invitamos a que venga con dos de sus marineros a comer en nuestra compañía! ¡Y ya verás! ¡Tú no tienes más que asentir a todas las palabras que yo diga a Juder, y ya verás lo le hago antes de que acabe la noche!"

Cuando se pusieron de acuerdo acerca de la venta de su hermano que proyectaban, fueron en busca del capitán mayor de Suez, y le dijeron después de las zalemas: "¡Oh capitán, venimos a verte para algo que te regocijará sin duda!" El capitán contestó: "¡Bueno!"

Ellos dijeron: "Somos dos hermanos pero tenemos otro hermano que es un bergante que no sirve para nada. Cuando murió nuestro padre, nos dejó una herencia que repartimos entre los tres; y nuestro hermano cogió su parte y ocupóse de derrocharla en el libertinaje y la corrupción. ¡Y cuando vióse reducido a la miseria, empezó a tratarnos con una injusticia extraordinaria, y acabó por citarnos ante jueces inicuos y opresores, acusándonos de haberle privado de su parte de herencia. ¡Y no tardaron los jueces inicuos y corrompidos en hacernos proceso! ¡Pero no se contentó él con esta primera fechoría y hubo de citarnos por segunda vez ante los opresores, y de tal modo consiguió reducirnos a la última miseria! ¡Y como no sabemos lo que medita ahora contra nosotros, venimos en tu busca para pedirte que nos libres de su presencia, comprándonosle para utilizarle como remero en alguno de tus navíos!"

El capitán mayor contestó: "¿Podríais dar con cualquier estratagema para traerle aquí? ¡En ese caso, yo me encargo de hacer que le transporten al mar sin tardanza!" Ellos contestaron: "Muy difícil será traerle hasta aquí! Pero deja que te invitemos esta noche, y llévate consigo sólo dos de tus hombres. ¡Y cuando esté dormido, le cogeremos entre los cinco, le pondremos en la boca una mordaza y te lo entregaremos! ¡Y a favor de la noche puedes sacarle de la casa y hacer con él lo que quieras!" El capitán les contestó: "¡Con todo el oído y la obediencia! ¿Queréis cedérmelo por cuarenta dinares?"

Ellos contestaron: "¡Muy poco es, en verdad, pero por ser para ti, accederemos! ¡A la caída de la tarde, irás, pues, a tal calle junto a la mezquita tal, donde encontrarás esperándote a uno de nosotros! ¡Y no te olvides de llevar contigo dos de tus hombres!"

Y se fueron en busca de Juder, y al cabo de cierto tiempo que pasaron con él hablando de distintas cosas, Salem le besó la mano en actitud suplicante. Y Juder le dijo: "¿Qué quieres, ¡oh hermano mío!?" El otro contestó: "Sabrás ¡oh hermano mío ¡oh Juder! que tengo un amigo que hubo de invitarme bastantes veces a su casa durante tu ausencia, y siempre me trató con muchos miramientos; así es que le estoy muy agradecido. Hoy estuve a hacerle una visita para darle las gracias, y me invitó a cenar con él; pero yo le dije: "¡En verdad que no puedo dejar solo en casa a mi hermano Juder!" Me dijo él: "¡Tráele contigo!" Contesté: "¡No creo que acepte! ¡Pero acepta tú nuestra invitación, y ven esta noche a comer con mis hermanos!" Y como estaban presentes sus hermanos, los invité también, creyendo que no aceptarían la invitación; pero, desgraciadamente, no pusieron ninguna dificultad, y su hermano, al ver que aceptaban, aceptó asimismo, y me dijo: "¡Espérame a la entrada de tu calle junto a la puerta de la mezquita, y allí estaré con mis hermanos para reunirme contigo!" Y el caso es ¡oh hermano mío Juder! que ya deben estar allá, y me tienes muy avergonzado en tu presencia por haberme tomado esa libertad. Y si quieres, en verdad, que por siempre te esté reconocido, acéptales como huéspedes por esta noche!

¡Nos colmaste de beneficios, y en tu morada reside la abundancia, ¡oh hermano mío! ¡Pero si por cualquier razón no los quieres como huéspedes en tu casa, permíteme que les invite en casa del vecino, adonde yo mismo les serviré!"

Juder contestó: "¿Y por qué invitarle en casa del vecino, ¡oh Salem!? ¿Acaso es nuestra casa tan estrecha y tan inhospitalaria? ¿O tal vez no tenemos qué darle de cenar? ¿No te da verdaderamente vergüenza consultarme semejante cosa? ¡No tienes más que hacerles entrar y servirles en abundancia manjares y confituras, sin parsimonia y disponiendo de todo! ¡Y si en lo sucesivo invitas a tus amigos durante mi ausencia, bastará con que pidas a nuestra madre todos los manjares necesarios, y aun los superfluos!

¡Ve pues, a buscar a tus amigos de esta noche! ¡Las bendiciones han bajado hasta nosotros por mediación de tales huéspedes, ¡oh hermano mío!"

Al oír estas palabras, Salem besó la mano de Juder, y se fue a la puerta de la mezquita en busca de los individuos consabidos, con quienes se apresuró a volver a la casa. Y Juder levantóse en honor suyo, y les dijo: "¡La bienvenida sea con vosotros!" Luego les hizo sentarse a su lado, y se puso a charlar con ellos amistosamente, ¡sin sospechar lo que le ocultaba el Destino, de quien aquella gente era instrumento!

Y rogó a su madre que extendiera el mantel y les sirviera una comida de cuarenta platos de distinto color, diciéndole: "¡Tráenos tal color, y tal color y tal color." Y comieron y se hartaron los invitados, creyendo que tan espléndida comida era debida a la generosidad de los hermanos Salem y Salim. Luego, transcurrida ya la tercera parte de la noche, se sirvieron los dulces y pasteles; y se comió hasta media noche. Entonces, a una señal de Salem, los marineros se precipitaron sobre Juder, y entre todos le sujetaron, le amordazaron, le ataron sólidamente los brazos, le agarrotaron los pies; y le sacaron de la casa, a favor de las tinieblas, poniéndose al punto en camino para Suez, y cuando llegaron, arrojáronle al fondo de uno de los navíos, con grillos en los pies, entre otros esclavos y forzados, y le condenaron a prestar servicio un año entero en los bancos de los remeros!

Y esto en cuanto a Juder...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Y cuando llegó la 479ª noche

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Ella dijo:

¡Y esto en cuanto a Juder!

Respecto de sus hermanos, no bien se despertaron a la mañana siguiente, entraron en el aposento de su madre, que no se había enterado de nada, y le dijeron: "¡Oh madre nuestra, todavía no se ha despertado Juder!" Ella dijo: "¡Podéis ir a despertarle!"

Ellos contestaron: "¿Dónde se acostó?" Ella dijo: "¡En la estancia de los invitados!"

Ellos añadieron: "¡No hay nadie en esa estancia! ¡Acaso se haya marchado anoche con esos marineros! Porque ¡oh madre nuestra! nuestro hermano Juder les tomó gusto a los viajes lejanos. Y además, le oímos hablar con esos extranjeros que le decían: "¡Te llevaremos con nosotros y abrirás los tesoros ocultos de que tenemos noticia!" Ella dijo: "¡Es probable, entonces, que se haya marchado sin avisarnos! ¡Podemos estar tranquilos por él, pues Alah sabrá llevarle por el buen camino, y como nació afortunado y el Destino le favorece, pronto volverá a nosotros con inmensas riquezas!"

Luego, como a pesar de todo, se echó a llorar. Entonces ellos exclamaron: "¡Oh maldita malvada, cómo quieres a Juder! ¡en cambio, si nos ausentáramos o regresáramos nosotros, que también somos tus hijos, ni te afligirías ni te alegrarías! ¿Es que no somos tan hijos tuyos como Juder?" Ella contestó: "¡También sois hijos míos; pero sois dos miserables, dos infames! ¡Desde el día en que murió vuestro padre, no me hicisteis ningún bien, y ni un día dichoso me disteis ni tuvisteis por mí el menor cuidado! Juder por el contrario, fué muy bondadoso conmigo; me ha complacido siempre de buena gana y me ha guardado respeto y me ha tratado con generosidad. ¡Así es que bien merece que llore por él, pues disfruté de sus beneficios y también disfrutasteis vosotros!"

Al oír hablar con semejante lenguaje a su pobre madre, los dos miserables empezaron a injuriarla y a pegarla; luego entraron en la otra habitación y buscaron por todas partes el saco encantado y el saco de las cosas preciosas; y acabaron por dar con ellos y los cogieron, sacando del segundo todo el oro que había en uno de sus bolsos, y todas las joyas y pedrerías que se encontraban en el otro bolso; y dijeron: "¡Esta es la fortuna de nuestro padre!" Pero la madre exclamó: "¡No, por Alah! ¡es la fortuna de vuestro hermano Juder, que la trajo del país de los moghrabines!" Entonces le dijeron ellos: "¡Mientes! ¡es la fortuna de nuestro padre! Y tenemos derecho a usar de ella a nuestro antojo!" Y al punto se dispusieron a repartirla entre los dos.

Pero no lograron ponerse de acuerdo acerca de la posesión del saco encantado porque decía Salem: "¡Me lo llevo yo!" y decía Salim: "¡Me lo llevo yo!" y surgió entre ellos la disputa y la querella.

A la sazón hubo de decirles su madre: "¡Oh hijos míos! ya os repartisteis el saco del oro y las joyas; pero este otro saco no puede repartirse ni cortarse, pues se rompería su encanto y perdería sus virtudes. Lo mejor es que me lo dejéis; y todos los días sacaré de él los manjares que deseéis y tantas veces como lo deseéis. Y por lo que a mí afecta, os prometo contentarme con un pedazo de pan o con lo que me dejéis vosotros. Y si además quisierais darme lo indispensable, como vestidos, será por una generosidad de parte vuestra y no por obligación. ¡De tal modo cada uno de vosotros podrá dedicarse sin contratiempos a ejercer el comercio que le parezca! No me olvido de que ambos sois hijos míos y de que yo soy vuestra madre. ¡Permanezcamos unidos y pongámonos de acuerdo, para que cuando regrese vuestro hermano no tengáis que reprocharos nada ni avergonzaros frente a él de vuestras acciones!"

Pero no quisieron aceptar sus consejos, y se pasaron la noche disputando a voces y regañando tan fuerte, que un alguacil del rey, que estaba invitado en la casa contigua, oyó lo que decían y comprendió al dedillo el motivo del litigio. Así es que por la mañana se apresuró a ir a palacio, pidiendo que le concediera audiencia el rey de Egipto, que se llamaba Schams Al-Daula, y le contó cuanto había oído. Y enseguida envió el rey a buscar a los dos hermanos de Juder y les hizo sufrir tortura hasta que hicieron declaraciones completas. Entonces el rey les quitó los dos sacos, y los arrojó a ellos en un calabozo. Tras de lo cual señaló a la madre de Juder una pensión suficiente para sus necesidades cotidianas.

¡Y esto en cuanto a todos ellos!

¡Pero volvamos a Juder! Cuando ya hacía un año que estaba de esclavo en el navío perteneciente al capitán mayor de Suez, se levantó una tempestad que puso en peligro el navío, y lo desamparó y lo arrojó contra una costa escarpada, de modo que se estrelló el barco y se ahogaron todos los que en él iban, excepto Juder, que pudo ganar a nado la orilla. Y logró adentrarse por tierra; y de tal suerte llegó a un campamento de beduínos nómades, que le interrogaron acerca de su estado y le preguntaron si era marino. Y les contó que, efectivamente era marino a bordo de un navío que había naufragado; y les dio detalles de su historia.

Y he aquí que en el campamento había un mercader oriundo de Jedda, que sintió compasión por Juder, y le dijo: "¿Quieres entrar a mi servicio, ¡oh egipcio!? Y te daré ropa y te llevaré conmigo a Jedda" Y Juder consintió entrar a su servicio y partió con él y llegó a Jedda, donde el mercader le trató generosamente y le colmó de beneficios.

Algún tiempo después el mercader fue en peregrinación a la Meca y le llevó también consigo.

Cuando llegaron a la Meca...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Y cuando llegó la 480ª noche

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Ella dijo:

"... Cuando llegaron a la Meca, Juder se apresuró a agregarse a la procesión que rodeaba el recinto sagrado de la Kaaba para dar las siete vueltas rituales, y he aquí que precisamente encontró entre los peregrinos a su amigo el jeique Abd Al-Samad el moghrabín, que también estaba dando sus siete vueltas. Y el moghrabín le vio a su vez, y le hizo una zalema fraternal y le pidió noticias suyas. Entonces se echó a llorar Juder. Luego le contó lo que había ocurrido. Y el moghrabín le cogió de la mano y le condujo a la casa en que se hospedaba, le trató generosamente, le vistió con un traje espléndido y sin par, le dijo: "¡La desgracia se alejó de ti en absoluto, ¡oh Juder!"

Luego hubo de sacar su horóscopo, viendo lo que les había sucedido a los hermanos del pescador, y le dijo: "Sabe ¡oh Juder! que ha acaecido tal y cuál cosa a tus hermanos, y que a la hora de ahora están presos en el calabozo del rey de Egipto. ¡Pero estás de bienvenida en mi casa, donde vas a permanecer hasta la terminación de los ritos prescritos! ¡Y ya verás cómo todo saldrá bien en adelante!"

Juder contestó: "Permíteme ¡oh mi señor! que vaya en busca del mercader con quien vine, para pedirle su beneplácito y despedirme de él. ¡Y volveré a tu lado enseguida!" El otro le preguntó: "¿Le debes dinero?" Juder contestó: "¡No!" El otro dijo: "¡Vé, pues, a pedirle su beneplácito y a despedirte de él sin tardanza, porque en verdad que se deben consideraciones a la gente honrada en cuya casa hemos comido el pan!"

Y Juder fué en busca de su amo, el mercader de Jedda, le pidió su beneplácito, y le dijo: "¡Acabo de encontrar a mi amigo, a quien quiero más que a un hermano!" El mercader contestó: "¡Vé por él y daremos un festín en honor suyo!" Juder dijo: "¡Por Alah, no necesita él de festines! ¡Es uno de los hijos de la opulencia, y tiene muchos servidores!" Entonces el mercader le dio veinte dinares, diciéndole:· !Tómalos y libra mi conciencia y mi responsabilidad!"

Juder contestó: " ¡Que Alah te indemnice por todo lo que hiciste por mí!" Y se despidió de él y salió para buscar a su amigo el moghrabin. Pero encontró en el camino a un pobre hombre y le dio de limosna los veinte dinares; luego llegó a casa del moghrabín, y vivió con él hasta que se terminaron todos los ritos y obligaciones de la peregrinación.

Entonces el moghrabín fué en busca suya, y sacándose del dedo el anillo que en otro tiempo había cogido Juder del tesoro de Scharamardal, se lo dio, diciendo: "¡Oh Juder, toma este anillo que realizará todos tus anhelos! Porque has de saber que este anillo tiene por servidor a un genni, llamado Trueno-Penetrante, que estará a tus órdenes para cuanto le pidas. ¡No tienes más que frotar el engarce del anillo, y al punto se te aparecerá Trueno-Penetrante, que se encargará de ejecutar todas tus voluntades y de darte, si se los pides, todos los bienes del universo que desees!"

Y para enseñarle su manejo, lo frotó delante de él con el pulgar. Al punto apareció el efrit Trueno-Penetrante, e inclinándose ante el moghrabín, dijo: "¡Heme aquí, ¡ya sidi! ¡Ordena y serás obedecido! ¡Pide y recibirás! ¿Quieres reconstruir una ciudad en ruinas o destruir una ciudad floreciente? ¿Quieres matar y asesinar? ¿Quieres arrancar el alma a un rey o solamente diezmar sus ejércitos? ¡Habla!"

El moghrabín contestó: "¡Oh Trueno! ¡ahí tienes al que será tu amo en adelante! ¡Te lo recomiendo mucho! ¡Sírvele bien!" Después le despidió, y encarándose con Juder, le dijo: "No olvides ¡oh Juder! que por medio de este anillo podrás deshacerte y vengarte de todos tus enemigos! ¡Y experimenta sin cuidado su poder!"

Juder dijo: "En ese caso, ¡oh mi señor! desearía volver a mi país y a mi morada".

El otro contestó: "Frota el anillo, y cuando el efrit Trueno se te aparezca y te diga: «¡Heme aquí! ¡Pide y obtendrás!», respóndele: «¡Quiero subir a tu espalda! ¡Llévame a mi país hoy mismo! ¡Y te obedecerá!"

Entonces Juder se despidió de Abd Al-Samad el moghrabín y frotó el anillo. Y al instante apareció Trueno-Penetrante, que le dijo: "¡Heme aquí! ¡Pide y obtendrás!" Y Juder contestó: "¡Condúceme a El Cairo hoy mismo!" El genni dijo: "¡Fácil es!" Y encorvándose por completo, se lo puso a la espalda y echó a volar con él. Y duró el viaje desde mediodía hasta media noche; y el efrit dejó a Juder en El Cairo, en la propia casa de su madre y desapareció.

Cuando la madre de Juder vió entrar a éste, se levantó y lloró, deseándole la paz. Luego le contó lo que les había sucedido a sus hermanos, y cómo el rey había hecho que les apalearan y les había quitado el saco encantado y el saco del oro y de las joyas. Y al oír aquello, Juder no pudo permanecer indiferente a la suerte de sus hermanos, y dijo a su madre: "¡No te aflijas por eso! ¡Al instante te probaré lo que puedo y te traeré a mis hermanos!"

Y al mismo tiempo frotó el engarce del anillo; y al punto apareció el servidor, que dijo: "¡Heme aquí! ¡Pide y obtendrás!"

Juder dijo: "¡Te ordeno que vayas a sacar a mis hermanos del calabozo del rey para traérmelos aquí!" Y desapareció el genni para ejecutar la orden.

Y he aquí que Salem y Salim yacían en un calabozo, llenos de grandes sufrimientos y de las penas y angustias más profundas, a causa de las torturas y privaciones experimentadas, hasta tal punto, que deseaban la muerte como una liberación y un término de sus males. Y precisamente hablaban entre sí con gran amargura a este respecto, llamando a la muerte, cuando vieron que a sus pies se abría de pronto el suelo y se les aparecía Trueno-Penetrante, quien, sin darles tiempo para nada, se los llevó a ambos, y desapareció con ellos en las profundidades de la tierra; en tanto que los dos hermanos se le desmayaban en sus brazos para no recobrar el sentido hasta que estuvieron en casa de su madre, y se encontraron echados en la alfombra entre su hermano Juder y su madre que los cuidaban con solicitud. Y al verles abrir los ojos, les dijo Juder: "¡Sean con vosotros todas las zalemas!, ¡oh hermanos míos! ¿No me reconocéis ya y me habéis olvidado?...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 481ª noche

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Ella dijo:

"¡... Sean con vosotros todas las zalemas, ¡oh hermanos míos! ¿No me reconocéis ya y me habéis olvidado?" Bajaron ellos la cabeza y se echaron a llorar en silencio, entonces les dijo Juder: "¡No lloréis! ¡Porque fueron Satán y la codicia los que hubieron de obligaros a obrar cual obrasteis! ¿Mas cómo pudisteis decidiros a venderme? ¡Pero no lloréis! ¡Si para mi es un consuelo pensar que me parezco en eso a José, hijo de Jacob, a quien también vendieron sus hermanos! ¡No obstante, los hermanos de José se portaron con él peor que vosotros conmigo, pues además le arrojaron al fondo de una cisterna! ¡Limitaos a pedir perdón a Alah, arrepintiéndoos, y os perdonará (porque es el Clemente Ilimitado y el Gran Perdonador) como yo os perdono!

¡Sea con vosotros la bienvenida! ¡Y estad en adelante tranquilos, sin ningún temor y sin ningún encogimiento!'' Y siguió consolándolos y reconfortándolos hasta que hubo colmado sus corazones; luego empezó a contarles todos los sinsabores y sufrimientos que soportó hasta encontrar en la Meca al jeique Abd Al-Samad. Y también les enseñó el anillo mágico.

Entonces le contestaron ellos: "¡Oh hermano nuestro, perdónanos por esta vez! ¡Si volviéramos a reincidir, haz con nosotros lo que te parezca!"

Juder repuso: "¡No os apenéis ni os preocupéis por eso ya! ¡Y daos prisa a contarme lo que os hizo el rey!" Ellos dijeron: "¡Hizo que nos apalearan, y nos amenazó con algo peor; luego acabó por quitarnos los dos sacos!"

Juder dijo: "¡Ahora va a ver él!" Y frotó el engarce del anillo; y al punto apareció el efrit Trueno-Penetrante.

Al verle, quedaron espantados ambos hermanos, y creyeron de corazón que no le había llamado Juder más que para que los matara. Y se precipitaron en el aposento de su madre, gritando: "¡Oh madre nuestra, nos ponemos bajo tu generosa protección! ¡Oh madre nuestra intercede por nosotros!"

Ella contestó: "¡Oh hijos míos, no tengáis miedo!"

Entretanto, Juder había dicho a Trueno: "¡Te ordeno que me traigas todas las joyas y cosas preciosas que hay en los armarios del rey, sin dejar nada, y trayéndome al mismo tiempo el saco encantado el saco de las cosas preciosas que fueron sustraídos a mis hermanos!" Y contestó el genni del anillo: "¡Escucho y obedezco!" Y al instante fue a ejecutar la orden y volvió para poner entre las manos de Juder los dos sacos intactos y los tesoros del rey, diciendo: "¡Ya sidi! ¡no he dejado nada en los armarios!"

Entonces Juder entregó a su madre el saco de las cosas preciosas y los tesoros del rey, recomendándole que los guardara bien, y colocó ante sí el saco encantado. Luego dijo al genni del anillo: "Te ordeno que esta misma noche me construyas un palacio alto y espléndido, decorándolo con oro y tapizándolo y amueblándole suntuosamente. Y quiero que al despuntar el día esté terminado todo!"

Y el genni del anillo, Trueno-Penetrante, contestó: "¡Se cumplirá tu voluntad!" Y desapareció en el seno de la tierra, mientras Juder sacaba del saco encantado manjares deliciosos que se puso a comer con su madre y sus hermanos en el límite del contento, durmiéndose luego hasta por la mañana.

En cuanto al genni del anillo, congregó al punto a sus compañeros los efrits subterráneos, escogiendo a los más hábiles en albañilería; y pusieron todos manos a la obra. Y unos tallaron piedras, otros edificaron, revocaron otros las paredes, esculpieron y grabaron otros, y otros, en fin, tapizaron y amueblaron las salas, de modo que al despuntar el día estaba el palacio enteramente terminado y decorado. Entonces se presentó el genni del anillo a Juder en cuanto se despertó éste, y le dijo: "¡Ya sidi! ¡el palacio está concluido! ¿Quieres venir a verlo y examinarlo?" Entonces se levantó Juder y salió en compañía de su madre y de sus hermanos; y examinaron el palacio todos juntos y vieron que no tenía igual de tanto como confundía la razón con la belleza de su arquitectura y de su feliz emplazamiento.

Y encantado quedó Juder al mirar su fachada imponente en verdad, y se maravilló pensando que no le había costado nada todo aquello. Y se encaró con su madre, y le preguntó: "¿Quieres habitar en este palacio?" Ella contestó: "¡Vaya si quiero!" E hizo votos por él e invocó sobre su cabeza las bendiciones de Alah. Entonces Juder frotó el anillo talismánico y dijo al genni, que apareció al punto: "¡Té ordeno que me traigas al instante cuarenta esclavas jóvenes, blancas y muy hermosas; cuarenta negras jóvenes y bien formadas; cuarenta criados jóvenes y cuarenta negros!"

El genni contestó: "¡Todo es ya tuyo!" Y con cuarenta de sus compañeros voló a las comarcas de la India, de Sindh y de Persia; y se llevaron a toda joven a quien encontraron completamente hermosa y a todo joven completamente hermoso. Y reunieron así cuarenta de cada especie, tras de lo cual escogieron cuarenta negras hermosas y cuarenta negros hermosos, y los transportaron ante Juder, que los encontró de su gusto a todos, y dijo: "¡Ahora hay que dar a cada uno y a cada una un traje de lo mejor...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 482ª noche

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Ella dijo:

"¡... dar a cada uno y a cada una un traje de lo mejor!" El genni contestó: "¡Helo aquí!" Juder dijo: "¡Hay que traer, además, un traje para mi madre y otro traje para mí!" Y Trueno lo llevó todo, y él mismo vistió a las jóvenes esclavas blancas y negras, diciéndoles: "¡Id ahora a besar la mano de vuestra ama, madre de vuestro amo! ¡Y cumplid bien las órdenes que os dé, y seguidla con los ojos, ¡oh blancas y negras!" Luego fue también el genni Trueno a vestir a los jóvenes y a los negros, y les mandó besar la mano de Juder. Después vistió a Salem y Salim con especial cuidado. Y cuando estuvo vestido todo el mundo, Juder parecía verdaderamente un rey y visires sus hermanos.

Como el palacio era muy grande, Juder hizo habitar en uno de los lados del edificio a su hermano Salem y a sus servidores y mujeres, y en el otro a su hermano Salim con sus servidores y mujeres. En cuanto a él, habitó con su madre en el centro del palacio. Y cada uno tenía sus aposentos como un sultán. ¡Y esto respecto de ellos!

¡Pero volvamos al rey!

Cuando el tesorero mayor fue por la mañana a coger del armario del tesoro algunos objetos que necesitaba para el rey, lo abrió, y se encontró con que no había nada.

Y a fe que podría aplicarse a aquel armario este dicho del poeta:


¡Este viejo tronco de árbol era opulento y hermoso con su colmena de abejas sonoras y sus chorros de miel dorada; pero cuando le abandonó el enjambre de abejas y desapareció la colmena, ya no fue más que un hueco vacío!


Y al ver aquello, el tesorero mayor lanzó un grito estridente y cayó sin conocimiento. Y cuando volvió en sí, se precipitó fuera de la estancia del tesoro, y con los brazos en alto corrió en busca del rey Schams Al-Daula, al cual dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡vengo a informarte que esta noche dejaron vacío el tesoro!"

Y exclamó el rey: "¡Oh miserable! ¿qué hiciste de las riquezas que contenía el tesoro?" El otro contestó: "¡Nada, por Alah! ¡Y ni sé qué ha sido de ellas ni cómo se ha vaciado el tesoro! ¡Ayer por la noche, sin ir más lejos, revisé el tesoro, como de costumbre, y lo encontré lleno; y fui allí esta mañana y me lo encuentro vacío, sin nada! ¡No obstante, las puertas están sin forzar, y las he hallado cerradas y sin huellas de perforación o fractura, con los candados intactos y las cerraduras también cerradas! ¡No es, pues, un ladrón quien dejó vacío el tesoro!"

El rey preguntó: "¿Y han desaparecido asimismo los dos sacos?" El otro contestó: "¡S¡!"

Al oír estas palabras, la razón huyó de la cabeza del rey, que irguióse sobre sus pies, y gritó al tesorero mayor: "¡Echa a andar delante de mí!"

Y el tesorero se dirigió al tesoro; y el rey le siguió y llegó al tesoro, encontrándolo, en efecto, completamente vacío por dentro e intacto por fuera; y hubo de quedar estupefacto y aniquilado el rey, y dijo: "¡He aquí que robaron mi tesoro sin temor a mi poder y a mi cólera!"

Y se enojó con mucho enojo y al instante fue a reunir su diwán; y los emires y notables de la corte entraron en el diwán, y cada cual se preguntaba con espanto si no sería él causa del enojo del rey. Pero el rey les dijo: "¡Oh vosotros todos! ¡Sabed que mi tesoro fué saqueado esta noche; e ignoro quién cometió esta acción, infligiéndome tal afrenta y ultrajándome con tamaño ultraje, sin temer mi cólera!"

Y preguntaron todos: "Pero, ¿cómo ha sido?" El rey contestó: "¡No tenéis más que interrogar al tesorero mayor, que está ahí presente!" Y le interrogaron, y les dijo él: "¡Ayer mismo el tesoro estaba lleno, y lo he visitado y lo encontré vacío, sin nada, y por fuera no hay en la puerta perforación ni fractura!" Y se quedaron todos prodigiosamente asombrados; y sin saber qué contestar, bajaron la cabeza ante las miradas fulgurantes del rey y guardaron silencio

Pero en aquel mismo momento entró el alguacil que había denunciado la otra vez a vez a Salem y a Salim, y dijo:

"¡Oh rey del tiempo, me han tenido sin dormir toda la noche las cosas extraordinarias que he visto!" Y preguntó el rey: "¿Pues qué viste?"

El otro dijo: "Sabrás ¡oh rey del tiempo! que me pasé toda la noche distraído y agradablemente divertido con mirar a unos albañiles que se disponían a edificar trabajando con martillo, llanas y todas las demás herramientas. Y al despuntar el día he visto en aquel paraje un magnífico palacio enteramente acabado y que no tiene igual en el mundo. He pedido entonces detalles, y me los han dado, diciendo: "¡Es que Juder, hijo de Omar, ha vuelto de viaje y construyó este palacio! ¡Trajo consigo numerosos esclavos y muchos criados jóvenes! ¡Y viene cargado de riquezas y colmado de dinero! ¡Y libertó del calabozo a sus hermanos! ¡Y ahora está sentado en su palacio como un sultán!"

Al oír estas palabras del kawas, dijo el rey: "¡Qué vayan en seguida a ver el calabozo!" Y fueron a ver el calabozo y volvieron para anunciar al rey que Salem y Salim no estaban allí ya. Entonces el rey exclamó: "¡Ya di con el ladrón! ¡Quien sacó de la cárcel a Salem y a Salim tiene que ser el mismo que robó mi tesoro!"

Y preguntó el gran visir: "¿Pero quién es?" El rey contestó: "¡Juder, el hermano de los presos! ¡Y también es el quien robó los dos sacos!

Pero ¡oh visir mío! al instante vas a enviar contra todos esos individuos a un emir con cincuenta guerreros que los capturarán, y después de sellarles todos sus bienes, me los traerás aquí a ellos para que yo los cuelgue...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.

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