Y cuando llegó la 454ª noche

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Ella dijo:

"... y aceptar un bocado de comida en mi casa?" El joven contestó: "¡Cuando a uno le invitan, no es posible rehusar!" Entonces echó a andar ella delante de él, y él la siguió de calle en calle, caminando a cierta distancia.

Y mientras caminaba así detrás de ella, iba pensando él: "¡Ya Alí, lo que hiciste resulta una imprudencia en un extranjero recién llegado! ¿Quién sabe si no te vas a ver expuesto al rencor del marido, que puede caer de improviso sobre ti mientras duermes, y cortarte en venganza tu gallo y los huevos que empolla?

Y he aquí que el Sabio ha dicho:

"¡Al que copula en un país extranjero donde le hospedan, le castigará el Gran Hospitalario!"


Será, por consiguiente, más razonable por parte tuya excusarte cortésmente con ella, diciéndole algunas palabras amables". Aprovechó, pues, el momento en que llegaban a un lugar retirado, se acercó a ella, y le dijo: "Mira, ¡oh jovenzuela! toma este dinar para ti y dejemos nuestra entrevista para otro día". Ella contestó: "¡Por el Nombre Más Grande! es absolutamente preciso que seas hoy mi huésped, porque nunca me he sentido tan predispuesta como hoy a los escarceos múltiples y a los juegos ardorosos".

Entonces la siguió, y llegó con ella frente a una vasta casa cuya puerta estaba cerrada con fuerte cerradura de madera. Y la joven hizo ademán de buscar en su vestido la llave, y exclamó luego contrariada: "¡Pues he perdido mi llave! ¿Cómo vamos a arreglarnos para abrir ahora?" Después fingió tomar una decisión, y le dijo: "¡Abre tú!" El dijo: "¿Cómo voy a abrir sin llave una cerradura? ¡No me atrevo a forzarla!"

Por toda respuesta le lanzó ella bajo el velo dos miradas, que le abrieron sus cerraduras más profundas; luego añadió: "¡No tendrás más que tocarla y se abrirá!" Y Azogue puso su mano en la cerradura, y la puerta se abrió. Entraron ambos, y le condujo ella a una sala llena de armas hermosas y alfombrada con hermosos tapices, donde le hizo sentarse. Extendió sin tardanza el mantel, y sentándose junto al joven, se puso a comer en su compañía y a colocarle ella misma la comida entre los labios, bebiendo luego con él y divirtiéndose sin permitirle siquiera que la tocara, o la diera un beso, o un pellizco, o un mordisco; porque en cuanto se inclinaba él hacia ella para besarla, ella interponía la mano vivamente entre su mejilla y los labios del joven, y el beso iba a darle en la mano solamente. Y a las demandas apremiantes de Alí, contestaba Zeinab:

"¡La voluptuosidad no llega a su plenitud más que por la noche!"

Terminada de tal suerte su comida, se levantaron para lavarse las manos y salieron al patio, acercándose al pozo; y Zeinab quiso manejar por sí sola la cuerda y la polea y sacar el cubo del fondo del pozo; pero de pronto lanzó un grito y se asomó al brocal, golpeándose el pecho y retorciéndose los brazos presa de una desesperación extremada; y le preguntó Azogue: "¿Qué te ocurre, ojos míos?" Ella contestó: "Acaba de escurrírseme y caérseme al fondo del pozo mi sortija de rubíes, que me estaba grande. ¡Me la había comprado mi marido ayer por quinientos dinares! Y como me estaba muy grande, la achiqué con cera; pero no me sirvió de nada, pues acaba de caérseme ahí abajo!"

Luego añadió: "¡Ahora mismo voy a ponerme desnuda y a bajar al pozo, que no es profundo, para buscar mi sortija! ¡Vuélvete, pues, de cara a la pared para que pueda desnudarme!" Pero Azogue contestó: ¡Qué vergüenza para mí ¡oh mi señora! si consintiera yo que en mi presencia te tomaras el trabajo de bajar! ¡Yo solo bajaré a buscar en el fondo del agua tu sortija!" Y al momento se desnudó completamente, cogióse con las dos manos a la cuerda de fibras de palmera de la garrucha, y se dejó bajar en el cubo al fondo del pozo.

Cuando tocó el agua, soltó la cuerda y se sumergió en busca de la sortija; y le llegaba a los hombros el agua fría y negra en la oscuridad. Y en aquel mismo instante Zeinab la Embustera tiró con viveza del cubo y gritó a Azogue: "¡Ya puedes llamar para que te socorra a tu amigo Ahmad-la-Tiña!" Y se apresuró a salir de la casa llevándose las ropas de Azogue. Luego, sin cerrar detrás de ella la puerta, se volvió con su madre.

Y he aquí que la casa adonde Zeinab había arrastrado a Azogue pertenecía a un emir del diwán, ausente entonces para ir a sus asuntos. Así es que cuando estuvo de regreso en su casa y vio la puerta abierta, no le cupo duda de que allí había entrado un ladrón, y llamó a su palafrenero y empezó a hacer pesquisas por toda la casa; pero al ver que no se habían llevado nada y que no había huellas de ladrones, no tardó en tranquilizarse. Luego, como quería hacer sus abluciones, dijo a su palafrenero: "¡Coge el jarro y llénamelo con agua fresca del pozo!" Y el palafrenero fue al pozo e hizo bajar el cubo, y cuando lo creyó bastante lleno quiso tirar de él; pero lo encontró extraordinariamente pesado. Entonces miró al fondo del pozo y divisó sentada en el cubo una vaga forma negra que le pareció un efrit. Al ver aquello, soltó la cuerda y echó a correr, gritando enloquecido: "¡Ya sidi! ¡en el pozo hay un efrit! ¡Está sentado en el cubo!

Entonces le preguntó el emir: "¿Y cómo es?" El palafrenero dijo: "¡Es terrible y negro! ¡Y gruñía como un cochino!" El emir le dijo: "¡Corre a buscar a cuatro sabios lectores del Korán para que vengan a leer el Korán en presencia de ese efrit y a exorcizarle...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Y cuando llegó la 455ª noche

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Ella dijo:

"... para que vengan a leer el Korán en presencia de ese efrit y a exorcizarle!" Y el palafrenero salió al punto corriendo en busca de los sabios lectores del Korán, que se instalaron alrededor del pozo. Y comenzaron a recitar los versículos conjuratorios, mientras el palafrenero y su amo tiraban de la cuerda y sacaban el cubo fuera del pozo. Y en el límite del espanto, vieron todos al efrit consabido, que no era otro que Alí Azogue saltar del cubo sobre ambos pies y exclamar: "¡Alah Akbar!" Y se dijeron los cuatro lectores: "¡Es un efrit de los creyentes, porque pronuncia el Nombre!" Pero el emir no tardó en ver que era un hombre de la especie de los hombres, y le dijo: "¿Acaso eres un ladrón?"

El joven contestó: "¡No, por Alah! pero soy un pobre pescador. Estando dormido a orillas del Tigris, he copulado con el aire en sueños, y como al, despertarme me encontré mojado, me metí en el agua para lavarme; pero un remolino me arrastró al fondo del agua, y una corriente subterránea me impulsó entre las sábanas líquidas hasta este pozo donde estaban mi destino y mi salvación, gracias a ti".

Ni por un instante dudó el emir de la veracidad de aquel relato, y dijo: "¡Todo sucede porque así está escrito!" Y le dio un manto viejo para que se cubriese y le despidió condoliéndose de su estancia en el agua fría del pozo.

Cuando Alí Azogue llegó a casa de Ahmad-la-Tiña, donde ya estaban muy inquietos por su ausencia, y contó su aventura, se burlaron mucho de él, especialmente Ayub Lomo-de-Camello, que le dijo: "¡Por Alah! ¿Cómo puedes haber sido jefe de banda en El Cairo, dejándote engañar y robar en Bagdad por una jovenzuela?" Y Hassán-la-Peste, que precisamente estaba de visita en casa de su colega, preguntó a Azogue: "¡Oh, inocente egipcio! ¿conoces por lo menos el nombre de la joven que jugó contigo, y sabes quién es y de quién es hija?" Alí contestó: "¡Sí, por Alah! ¡es hija de un mercader y esposa de un mercader! ¡Pero no me dijo su nombre!" Al oír estas palabras soltó una carcajada Hassán-la-Peste, y le dijo: "¡Voy a describírtela! ¡La que tú crees una mujer casada, es una joven virgen, y de ello te respondo! ¡Se llama Zeinab! ¡Y no es hija de ningún mercader, sino de Dalila-la-Taimada, directora de nuestras palomas mensajeras! Con su dedo meñique hacían dar vueltas a todo Bagdad ella y su madre, ¡ya Alí! y se trata de la misma que embaucó a tu maestro, robándole los trajes a él y a sus cuarenta aquí presentes!"

Y como Alí Azogue reflexionara profundamente, Hassán-la-Peste le preguntó: "¿Qué piensas hacer ahora?" Alí contestó: "¡Casarme con ella! ¡Porque la amo locamente a pesar de todo!" Entonces le dijo Hassán: "¡En ese caso te auxiliaré, pues sin mí ya puedes abandonar de antemano un proyecto tan temerario, renunciando a él y acallando tu hígado con respecto a la lista jovenzuela!"

Azogue exclamó: "¡Ya Hassán, ayúdame con tus consejos!" Hassán le dijo: "¡De todo corazón amistoso! ¡Pero con la condición de que en lo sucesivo no bebas más que en la palma de mi mano, ni obres más que bajo mis banderas! ¡Y en tal caso, te prometo el logro de tu proyecto y la satisfacción de tus deseos!" El joven contestó: "¡Ya Hassán, soy tu criado y tu discípulo!" Entonces le dijo la-Peste: "¡Empieza por desnudarte completamente!" Y Azogue se quitó el manto viejo que llevaba, y quedóse desnudo por completo.

Entonces Hassán-la-Peste cogió un puchero lleno de pez y una pluma de gallina, y barnizó con aquello todo el cuerpo de Azogue y la cara, de modo que le dio apariencia de un negro; luego, para completar la semejanza, le tiñó de rojo vivo los labios y el borde de los párpados, le dejó secar un momento, le tapó con un paño blanco la venerable herencia de su padre, y le dijo después: "¡Hete aquí transformado en negro, ¡ya Alí! y también vas a convertirte en cocinero! ¡Porque has de saber que el cocinero de Dalila, de Zeinab, de los cuarenta negros y de los cuarenta perros de la raza de aquellos que sirvieron a los pastores de Soleimán, es un negro como tú!

Vas a procurar encontrarte con él, y le hablarás en lengua negra, y después de las zalemas, le dirás: "¡Hace mucho tiempo, hermano negro, que no nos hemos reunido para beber nuestra bebida fermentada, la excelente buza, y comer kabad de cordero! ¿Vamos a festejar el día de hoy?" Pero te contestará que se lo impiden sus ocupaciones y los cuidados de su cocina. Entonces tratarás de emborracharle y de interrogarle de la calidad y cantidad de los manjares que guisa para Dalila y su hija, del alimento de los cuarenta negros y los cuarenta perros, del sitio en que están las llaves de la cocina y de la despensa, y de todo. ¡Y todo te lo dirá! Porque el borracho no oculta nada de lo que deja de contar cuando no le domina la embriaguez. Una vez que hayas adquirido de él estos diversos datos, le narcotizas con bang; te vestirás con sus propios trajes; te meterás en el cinturón sus cuchillos de cocina; cogerás el cesto de provisiones; irás al zoco a comprar carne y verduras; volverás a la cocina; irás a la despensa para sacar lo que necesites, como manteca, aceite, arroz y otras cosas por el estilo; guisarás los manjares conforme a las indicaciones aprendidas; los presentarás bien, echarás bang en ellos, y te irás a servírselos a Dalila, a su hija, a los cuarenta negros y a los cuarenta perros, durmiéndoles de aquel modo.

Entonces les quitarás todos sus efectos y sus ropas, y me los traerás. ¡Pero si ¡ya Alí! deseas obtener por esposa a Zeinab, has de apoderarte, además de las cuarenta palomas mensajeras del califa, meterlas en una jaula y traérmelas también...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y calló discretamente.



Pero cuando llegó la 456ª noche

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Ella dijo:

"...has de apoderarte, además, de las cuarenta palomas mensajeras del califa, meterlas en una jaula y traérmelas también!"

Al oír estas palabras, Alí Azogue se llevó la mano a la frente por toda respuesta, y sin decir nada salió en busca del cocinero negro. Le encontró en el zoco, se arrimó a él, y después de las zalemas de reconocimiento, le invitó a beber buza. Pero el cocinero pretextó sus ocupaciones, e invitó a Alí a que le acompañara al khan. Allí obró Azogue, exactamente conforme con las instrucciones de Hassán-la-Peste, y una vez que hubo emborrachado a su huésped le interrogó acerca de los platos del día. El cocinero contestó: "¡Oh hermano negro! a diario, para la comida de mediodía, hay que preparar cinco platos diferentes y de diferente color para Sett Dalila y Sett Zeinab; y el mismo número de platos para la comida de la noche. Pero hoy me han pedido dos platos más. Y he aquí los platos que voy a guisar para mediodía: lentejas, guisantes, una soja, un cochifrito de carnero y sorbete de rosa; en cuanto a los dos platos suplementarios, son: arroz con miel y azafrán, y una bandeja de granos de granada con almendras mondadas, azúcar y flores".

Alí le preguntó: "¿Y cómo les sirves de ordinario la comida a tus amas?" El otro contestó: "A cada una le pongo su mantel aparte". Alí preguntó: "¿Y a los cuarenta negros?" El cocinero dijo: "¡Les doy habas cocidas con agua y condimentadas con manteca y cebollas, y para beber, un cántaro de buza! ¡Bastante es para ellos!" Alí preguntó: "¿Y a los perros?" El cocinero dijo: "¡A esos les doy tres onzas de carne para cada uno y los huesos sobrantes de la comida de mis amas!"

Cuando Azogue estuvo en posesión de estas diversas indicaciones, echó con presteza bang en la bebida del cocinero, que en cuanto la absorbió se cayó al suelo como un búfalo negro. Entonces Azogue se apoderó de las llaves que colgaban de un clavo y distinguió la llave de la cocina por las telas de cebollas y las plumas que tenía pegadas, y la llave de la despensa por el aceite y la manteca de que estaba impregnada. Y fué cogiendo y comprando todas las provisiones que necesitaba, y guiado por el gato del cocinero, a quien engañaba la semejanza de Alí con su amo, circuló por todo el khan como si habitase en él desde su infancia, guisó los manjares, puso los manteles y sirvió de comer a Dalila, a Zeinab, a los negros y a los perros, después de haber echado bang en la comida, sin que nadie extrañase el condimento ni al cocinero.

Cuando Azogue vio que en el khan dormía todo el mundo por efecto del narcótico, comenzó por desnudar a la vieja, y la encontró extremadamente fea y detestable en absoluto. Se apoderó de su traje de parada y de su casco, y penetró en el aposento de Zeinab, a la que amaba y en honor de la cual estaba realizando su primera hazaña.

La desnudó completamente, y la encontró maravillosa y de lo más deseable, y cuidada y limpia y oliendo bien; pero como era muy escrupuloso, no quiso abrirla sin su consentimiento, y se contentó con tocarla y palparla por todas partes, como entendido, para juzgar mejor acerca de su valor futuro, de su consistencia, de su grado de ternura; de su aterciopelado y de su sensibilidad; y para efectuar esta última experiencia, la hizo cosquillas en la planta de los pies, y en vista del violento puntapié que ella le dio, hubo de comprender que era sensible en extremo. Entonces, seguro ya de su temperamento, se llevó sus vestidos, y fue a despojar a todos los negros; luego subió a la terraza, entró en el palomar y se apoderó de todas las palomas, metiéndolas en una jaula, y tranquilamente, sin cerrar las puertas, regresó a casa de Ahmad-la-Tiña, donde le esperaba Hassán-la-Peste, que maravillado de su destreza, le felicitó y le prometió su concurso a fin de obtener para él a Zeinab en matrimonio.

En cuanto a Dalila la Taimada, fue la primera en salir del sueño en que la había sumido el bang. Necesitó algún tiempo para recobrar completamente el sentido; pero cuando comprendió que la habían narcotizado, se cubrió con sus acostumbradas vestiduras de vieja y corrió primeramente al palomar, encontrándolo vacío de sus palomas. Y bajó entonces al patio del khan, y vio a sus perros dormidos todavía y echados como muertos en sus perreras. Buscó a los negros, y los halló sumergidos en el sueño, como también al cocinero. A la sazón, en el límite del furor, fue corriendo al aposento de su hija Zeinab, y la vio durmiendo, toda desnuda y colgándole del cuello un hilo y un papel. Abrió el papel, y leyó en él las siguientes palabras: "¡Yo Alí Azogue, de El Cairo, y nada más que yo, soy el bravo, el valiente, el listo, el diestro autor de todo esto!" Al ver aquello, pensó Dalila: "¿Quién sabe si ese maldito no le ha roto el candado?" Y se inclinó con viveza sobre su hija, examinándola, y vio que su candado seguía intacto.

Esta seguridad la consoló un poco y la decidió a despertar a Zeinab, haciéndole aspirar contrabang. Luego de contarle lo que acababa de suceder, y añadió: "¡Oh hija mía! ¡después de todo debes estar agradecida a ese Azogue, porque no te ha roto el candado, aunque hubiera podido hacerlo impunemente!

En vez de hacer sangre a tu pájaro, se ha contentado con llevarse las palomas del califa. ¿Qué va a ser de nosotras ahora?"

Pero enseguida dio con un medio de recobrar las palomas y dijo a su hija: "Espérame aquí. ¡No voy a ausentarme por mucho tiempo!" Y salió del khan y se dirigió a casa de Ahmad-la-Tiña y llamó a la puerta.

Al punto exclamó Hassán-la-Peste, que estaba allí: "¡Es Dalila la Taimada! La conozco por su manera de llamar. ¡Ve a abrirle en seguida, ¡ya Alí!". Y Alí, en compañía de Lomo-de-Camello, fue a abrir la puerta a Dalila, que entró con cara sonriente y saludó a toda la concurrencia.

Y he aquí que precisamente Hassán-la-Peste, Ahmad-la-Tiña y los demás, estaban en aquel momento sentados en tierra alrededor del mantel, y comían pichones asados, rábanos y cohombros. Y cuando entró Dalila, la-Peste y la-Tiña se levantaron en honor suyo, y le dijeron:"

¡Oh, vieja llena de espiritualidad, madre nuestra, siéntate a comer de estos pichones con nosotros! ¡Te hemos reservado tu parte de festín!"

Al oír estas palabras, Dalila sintió ennegrecerse el mundo ante ella, y exclamó: "¿No os da a todos vosotros vergüenza robar y asar las palomas que el califa prefiere a sus propios hijos?"

Ellos contestaron: "¿Y quién ha robado las palomas del califa, ¡oh madre nuestra!?" Ella dijo: "¡El egipcio Alí Azogue!"

Este contestó: "¡Oh madre de Zeinab! cuando hice asar estas palomas, no sabía que eran mensajeras! ¡De todos modos, aquí tienes una que vuelve a ti!" Y le ofreció uno de los pichones asados. Entonces Dalila cogió un trozo de alón, se lo llevó a los labios, lo saboreó un instante y exclamó: "¡Por Alah, mis palomas viven todavía, porque no es su carne ésta! ¡Las alimenté con grano mezclado con almizcle, y las distinguiría en el olor y en el sabor que conservan!"

Al oír estas palabras de Dalila, toda la asistencia se echó a reír, y dijo Hassán-la-Peste: "¡Oh madre nuestra, tus palomas están seguras en mi casa! ¡Y consentiré gustoso en devolvértelas, pero con una condición!"

Ella dijo: "¡Habla, ya Hassán! ¡De antemano accedo a todas las condiciones, y entre tus manos tienes mi cabeza...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 457ª noche

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Ella dijo: -

"¡... Habla, ya Hassán! ¡De antemano accedo a todas las condiciones, y entre tus manos tienes mi cabeza!" Hassán dijo: "¡Pues bien; si quieres recobrar tus palomas, no tienes más que complacer en su deseo a Alí Azogue, de El Cairo, que es el primero de los nuestros!" Ella preguntó: "¿Y cuál es su deseo?" Alí dijo: "¡Que me des en matrimonio a tu hija Zeinab!"

La vieja contestó: "¡Para mí y para ella es un honor! ¡Lo pondré por encima de mi cabeza y de mis ojos! Pero no puedo forzar a mi hija a casarse mal de su grado. ¡Empieza, pues, por devolverme mis palomas! ¡Porque no es con estratagemas como hay que conseguir a mi hija, sino con los procedimientos de la galantería!"

Entonces Hassán dijo a Alí: "¡Devuélvele las palomas!" Azogue entregó la jaula a Dalila, que le dijo: "Si verdaderamente deseas unirte como es debido a mi hija, ¡oh muchacho! no es a mí a quien tienes que dirigirte ahora, sino a su tío, mi hermano Zoraik, el vendedor de pescado frito. ¡Porque el tutor legal de Zeinab es él, y ni yo ni ella podemos hacer nada sin su consentimiento! ¡Pero te prometo que hablaré de ti a mi hija, e intercederé por ti con mi hermano Zoraik!"

Y se fue, riendo, a contar a su hija Zeinab lo que acababa de ocurrir y cómo la pedía en matrimonio Alí Azogue. Y Zeinab contestó: "¡Oh madre mía! ¡Por mi parte no me opongo a ese matrimonio, porque Alí es guapo y amable, y además, estuvo muy circunspecto conmigo al no romper durante mi sueño lo que pudo romper!" Pero contestó Dalila: "¡Oh hija mía! ¡estoy segura de que antes de lograr que consienta tu tío Zoraik, perderá Alí en la empresa sus brazos y sus piernas, si no pierde hasta la vida!" ¡Y he aquí lo referente a ellas!

En cuanto a Alí Azogue, preguntó a Hassán-la-Peste: "¡Dime ya quién es ese Zoraik y dónde está su tienda, para que al instante vaya a pedirle en matrimonio la hija de su hermana!" La-Peste contestó: "¡Hijo mío, puedes despedirte de la bella Zeinab desde este instante, como no pienses obtenerla más que de ese bribón que se llama Zoraik! ¡Porque has de saber ¡ya Alí! que el viejo Zoraik, actualmente vendedor de pescado frito, es un antiguo jefe de banda conocido en todo el Irak por sus hazañas que superan a las mías, a las tuyas y a las de nuestro hermano Ahmad-la-Tiña! Se trata de un compadre tan astuto y tan diestro que es capaz, sin moverse, de horadar las montañas, de coger del cielo las estrellas y de robar el kohl que embellece los ojos de la luna. Ninguno de nosotros puede igualarle en supercherías, en malicias y en jugarretas de toda clase. Cierto es que ahora se ha corregido, y habiendo renunciado a su antiguo oficio de ladrón y jefe de banda, ha abierto tienda y se ha hecho vendedor de pescado frito. Lo que, a pesar de todo, no obsta para que le queden algunas de sus argucias pasadas.

Y para darte ¡ya Alí! una idea de la sagacidad de este foragido, no te contaré más que la última estratagema que se le ocurrió, y pone en práctica, para atraer a su tienda clientes y dar salida a su pescado. A la puerta de su tienda ha colgado de un cordón de seda una bolsa con mil dinares, que es toda su fortuna, y ha hecho que el pregonero público vaya anunciando por todo el zoco: "¡Oh vosotros todos, ladrones del Irak, bribones de Bagdad, salteadores del desierto, bandidos de Egipto, escuchad la noticia! ¡Y vosotros todos, genn y efrits del aire y de debajo de la tierra, escuchad la noticia! ¡El que pueda apoderarse de la bolsa colgada en la tienda de Zoraik vendedor de pescado frito, será su legítimo poseedor!"

Fácilmente comprenderás que en vista de semejante anuncio se han apresurado a acudir a la tienda clientes que, mientras intentan apoderarse de la bolsa, compran pescado; pero no han tenido éxito en su tarea ni los más hábiles; porque el taimado Zoraik instaló todo un mecanismo que por medio de un bramante se pone en contacto con la bolsa colgada. Así es que apenas la tocan, empieza a funcionar el mecanismo, compuesto de una combinación asombrosa de campanillas y cascabeles que arman tal estrépito, que aunque se encuentre Zoraik en lo último de la tienda o esté ocupado con algún cliente, oye el ruido y le da tiempo para impedir el robo de su bolsa. No tiene entonces nada más que inclinarse a coger un pedazo grueso de plomo de una provisión de ellos que hay amontonados a sus pies, y tirárselo con todas sus fuerzas al ladrón, rompiéndole un brazo o una pierna o destrozándole el cráneo a veces. Así, pues, ¡ya Alí! te aconsejo la abstención para que no te parezcas a esas gentes que van detrás de un entierro y se lamentan sin saber siquiera el nombre del muerto.

Tú no puedes luchar con un pillastre de esa talla. Y en tu lugar, yo me olvidaría de Zeinab y del casamiento con Zeinab; porque el olvido es el principio de la dicha. ¡y quién olvida una cosa puede pasarse sin ella en lo sucesivo!"

Cuando oyó Alí Azogue estas palabras del prudente Hassán-la-Peste, exclamó: "¡No, ¡por Alah! no podré nunca decidirme a olvidar a esa jovenzuela de ojos oscuros, de sensibilidad extremada, de temperamento extraordinario! ¡Sería deshonroso para un hombre como yo! ¡Es preciso, pues, que vaya a intentar apoderarme de esa bolsa y obligar de tal suerte al viejo bandido a que consienta en mi matrimonio, dándome la joven a cambio de la bolsa cogida!" Y al instante buscó trajes como los que usan las jóvenes y se vistió con ellos después de alargarse los ojos con Kohl y teñirse las uñas con henné. Tras de lo cual se echó modestamente por la cara el velo de seda, y ensayó a andar balanceándose como las mujeres, y lo consiguió a maravilla. ¡Pero no fué eso todo!...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Y cuando llegó la 458ª noche

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Ella dijo:

¡...Pero no fue eso todo! ¡Hizo que le llevaran un carnero, le degolló, recogió la sangre, le sacó el estómago, llenó este estómago con sangre y se lo colocó en su vientre por debajo de los vestidos, de modo que parecía una mujer encinta. Tras de lo cual degolló dos pollos, les sacó el buche, llenó de leche tibia las dos mollejas, y se aplicó una encima de cada seno para que aquella parte le abultase mucho y le diese apariencia de una mujer que está próxima a dar a luz. ¡Aún queda más! para no dejar nada que desear, se puso detrás varias ristras de pañuelos almidonados, los cuales, cuando se secaron, formáronle una grupa montuosa y sólida a la vez. Transformado de aquel modo, salió Azogue a la calle y se dirigió lentamente a la tienda de Zoraik el vendedor de pescado frito, haciendo que a su paso exclamasen los hombres: "¡Ya Alah, qué trasero tan gordo!"

Por el camino, como Azogue se encontraba muy molesto con aquella grupa hecha de pañuelos almidonados que le mortificaban, llamó a un arriero que pasaba con su asno, e hizo que le encaramaran encima del burro con mil precauciones para no romper la vejiga llena de sangre o las mollejas llenas de leche, y de este modo llegó delante de la tienda de pescado frito, donde vio la bolsa colgada a la puerta, efectivamente, y a Zoraik ocupado en freír pescado, mirándolo con un ojo mientras que con el otro ojo vigilaba las idas y venidas de los clientes y de los transeúntes. Entonces Azogue dijo al arriero: "¡Ya hammar! ¡mi olfato se ha impresionado con el olor de pescado frito, y mi deseo de mujer encinta se fija con intensidad en ese pescado! ¡Date prisa, pues, a buscarme uno de esos peces para que me lo coma enseguida, porque si no, voy a abortar sin duda en medio de la calle!"

Entonces el arriero paró su burro delante de la tienda, y dijo a Zoraik: "¡Dame pronto un pescado frito para esta dama encinta, cuyo hijo, a causa de este olor a fritura, ha empezado a agitarse de un modo tremendo y amenaza con salir provocando un aborto!"

El viejo bribón contestó:

"Espera un poco. ¡Todavía no está frito el pescado! ¡Y si no puedes esperar, haz que yo vea la anchura de tu espalda!"

El arriero dijo: "¡Dame uno de esos peces que tienes de muestra!" Zoraik contestó: "¡Esos no se venden!" Luego, sin volver a preocuparse del arriero, que ayudaba a la pretendida mujer encinta a bajar del borrico y a apoyarse con ansiedad en el mostrador de la tienda, Zoraik, con la sonrisa del oficio, continuó su tarea de dar vuelta al pescado en la sartén, cantando su pregón de vendedor:


¡Comida de los delicados!

¡Oh carne de los pájaros del agua!

¡Oro y plata que se compra con una moneda de cobre!

¡Oh pescados que bullís en el aceite feliz por conteneros!

¡Oh comida de los delicados!


Y he aquí que mientras Zoraik cantaba su pregón de vendedor, la mujer encinta lanzó de pronto un grito estridente al tiempo que por debajo de sus vestidos se escapaba una ola de sangre e inundaba la tienda; y gemía ella dolorosamente: "¡Ay! ¡ay! ¡uy! ¡uy! ¡el fruto de mis entrañas! ¡Ay! ¡se me rompe la espalda! ¡Ah! ¡Mis costados! ¡Ah! ¡Mi hijo!"

Al ver aquello, gritó el arriero a Zoraik: "Ya lo ves, ¡oh barba calamitosa! ¡Te lo había dicho! ¡Por no darte la gana de satisfacer su deseo, la hiciste abortar! ¡Ante Alah y ante su marido eres responsable de ello!" Entonces Zoraik, un poco asustado por aquel accidente y temiendo que le manchase la sangre que vertía la mujer, retrocedió hasta lo último de la tienda, perdiendo de vista por un instante su bolsa colgada a la puerta. Entonces Azogue quiso aprovecharse de este corto momento para apoderarse de la bolsa; pero apenas había puesto en ella la mano, cuando un estrépito extraordinario de campanillas, cascabeles y cascajo repercutió por todos los rincones de la tienda y descubrió la tentativa a Zoraik, que acudió, y al ver con la mano tendida a Azogue, comprendió de una ojeada la jugarreta que querían hacerle, cogió un gran trozo de plomo y se lo tiró al vientre a Azogue, exclamando: "¡Ah! ¡toma, pájaro de patíbulo!"

Y disparó el pastel de plomo con tanta violencia, que Alí rodó por medio de la calle enredándose con sus pañuelos, manchado de sangre y de la leche de las mollejas rotas, y creyó rendir al golpe el alma. Sin embargo, pudo incorporarse y arrastrarse hasta la casa de Ahmad-la-Tiña, donde dio cuenta de su tentativa infructuosa, mientras los transeúntes se agrupaban delante de la tienda de Zoraik, y le decían: "¿Eres mercader del zoco o batallador de profesión? ¡Si eres mercader ejerce tu oficio sin bravatas, quita esa bolsa tentadora; y libra así a la gente de tu malicia y tu maldad!"

El aludido contestó en broma: "¡Por el Nombre de Alah! ¡Bismílah! ¡Sobre mi cabeza y sobre mis ojos!"

Volviendo a Alí Azogue, una vez que entró en la casa y se repuso la violenta sacudida que había sufrido, no quiso, a pesar de todo, renunciar a llevar a cabo su proyecto. Se lavó y se limpió, se disfrazó palafrenero, cogió con una mano una fuente vacía y cinco monedas cobre con la otra mano, y se presentó en la tienda de Zoraik para comprar pescado...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Y cuando llegó la 459ª noche

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Ella dijo:

... se presentó en la tienda de Zoraik para comprar pescado. Dió las cinco monedas de cobre a Zoraik, y le dijo: "¡Échame pescado en esta fuente!" Y Zoraik contestó: "¡Por encima de mi cabeza, ¡oh mi amo!" Y quiso dar al palafrenero del pescado que estaba expuesto en la bandeja de muestra; pero el palafrenero lo rechazó diciendo: "¡Lo quiero caliente!" Y contestó Zoraik: "Todavía está por freír. ¡Espera un poco, que atizaré el fuego!" Y entró en la trastienda.

Al punto se aprovechó de aquel momento Azogue para echar mano a la bolsa; pero de pronto retembló toda la tienda con el estrépito ensordecedor de las campanillas, cascabeles, sonajas y cascajo; y Zoraik saltando de un extremo a otro de su tienda, agarró una pella de plomo y la tiró con toda su fuerza a la cabeza del falso palafrenero, gritando: "¡Ah viejo marica! ¿acaso crees que no había adivinado tus intenciones sólo con ver tu modo de llevar la fuente y las monedas?" Pero Azogue, a quien ya había puesto en guardia la primera experiencia, esquivó el golpe, bajando la cabeza con rapidez, y abandonó la tienda; ¡en tanto que la pella de plomo iba a estrellarse contra una bandeja que contenía porcelanas llenas de leche cuajada y que llevaba a la cabeza el esclavo del kadí! Y la leche cuajada saltó a la cara y a la barba del kadí y le inundó su traje y su turbante. Y los transeúntes, reunidos frente a la tienda, gritaron a Zoraik: "Esta vez ¡oh Zoraik! el kadí te hará pagar los intereses del capital encerrado en tu bolsa, ¡oh jefe de los batalladores!"

Volviendo a Azogue, una vez que hubo llegado a casa de Ahmad-la-Tiña, a quien dio cuenta, a la vez que a la-Peste, de su segunda tentativa fracasada, no quiso desalentarse, porque le sostenía el amor de Zeinab. Se disfrazó de encantador de serpientes y prestidigitador, y se puso delante de la tienda de Zoraik. Se sentó en el suelo, sacó de su saco tres serpientes gordas, de cuello hinchado y lengua puntiaguda como un dardo, y se puso a tocar la flauta, interrumpiéndose de cuando en cuando para hacer una multitud de juegos de manos; pero de pronto, con un movimiento brusco, lanzó la serpiente más gorda en medio de la tienda, a los pies de Zoraik, que huyó aullando espantado al último rincón de su establecimiento, porque nada le asustaba tanto como las serpientes. Y Azogue saltó inmediatamente sobre la bolsa, y quiso llevársela.

Pero no contaba con Zoraik que a pesar de su terror le vigilaba con un ojo, y logró primero asestar a la serpiente con una pella de plomo un golpe tan certero que le aplastó la cabeza, y con la otra mano arrojó luego con todas sus fuerzas una nueva pella a la cabeza de Azogue, el cual la esquivó inclinándose y huyó, mientras la pella formidable iba a dar a una vieja y la aplastaba sin remedio. Entonces gritaron todas las personas agrupadas en torno: "¡Ya Zoraik ! eso no es lícito, ¡por Alah ! ¡Es absolutamente necesario que descuelgues de ahí tu bolsa calamitosa o te la quitaremos a la fuerza! ¡Bastantes desgracias suscitaste ya con tu maldad!"

Y contestó Zoraik: "¡Sobre mi cabeza!"

Y aunque de muy mala gana, se decidió a descolgar la bolsa y a ocultarla en su casa, diciéndose: "¡Si no lo hago así, ese bergante de Alí Azogue, con lo terco que es, llegaría a introducirse por la noche en mi tienda y me arrebataría la bolsa!"

Y he aquí que Zoraik estaba casado con una negra que en otro tiempo fué esclava de Giafar Al-Barmaki, y a quien la generosidad de su amo había libertado después. Y Zoraik había tenido de su esposa la negra un hijo varón cuya circuncisión iba a celebrarse pronto. Así es que cuando Zoraik entregó la bolsa a su mujer, le dijo ésta: "¡He ahí una generosidad que no sueles tener, oh padre de Abdalah! ¡La circuncisión de Abdalah va a celebrarse, pues, suntuosamente!" Zoraik contestó: "¿Pero acaso crees que te traigo la bolsa para que la dejes vacía gastando en la circuncisión? ¡No, por Alah! ¡Vé ya a ocultarla abajo dentro de un agujero abierto en el suelo de la cocina! ¡Y vuelve pronto para que durmamos!" Y la negra bajó a abrir un agujero en la cocina, enterró allí la bolsa y volvió a acostarse a los pies de Zoraik. Y con el calor que despedía la negra, Zoraik se sintió invadido por el sopor, y tuvo un sueño en el cual le parecía ver que un pájaro muy grande abría con el pico un agujero en su cocina, desenterraba la bolsa y se la llevaba en las garras volando por los aires. Y se despertó sobresaltado y gritando: "¡Oh madre de Abdalah, acaban de robar la bolsa! ¡Vé a ver a la cocina, rápido!" Y despierta de su sueño, la negra se apresuró a bajar a la cocina con luz, y efectivamente, vio, no un pájaro, sino un hombre que con la bolsa en la mano huía por la puerta abierta y corría a la calle. Era Azogue, que había seguido a Zoraik, espiando sus movimientos y los de su esposa, y oculto detrás de la puerta de la cocina acabó por conseguir apoderarse al fin de aquella bolsa tan codiciada.

Cuando supo Zoraik la pérdida de su bolsa, exclamó: "¡Por Alah, que la recuperaré esta misma noche!"

Y le dijo su esposa la negra: Como no la traigas, no te abro la puerta de nuestra casa y te dejo dormir en la calle!"

Entonces Zoraik...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discreta.



Y cuando llegó la 460ª noche

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Ella dijo:

... Entonces Zoraik salió de su casa a toda prisa, y por atajos llegó antes que Azogue a casa de Ahmad-la-Tiña, donde sabía que se alojaba el joven; abrió el picaporte de la puerta valiéndose de diversas llaves con que iba siempre pertrechado, la cerró con cuidado tras él y esperó tranquilamente a Azogue que no tardó en llegar a su vez y llamar como tenía por costumbre. Entonces preguntó Zoraik, simulando la voz de Hassán-la-Peste: "¿Quién es?" El joven contestó: "¡Alí el egipcio!" El viejo le preguntó: "¿Y traes la bolsa de ese bribón de Zoraik?" Alí contestó: "¡La traigo!" El otro dijo: "¡Pásamela entonces por el ventanillo antes de que te abra la puerta, porque he hecho con la Tiña una apuesta de la que ya te hablaré!" Y Azogue pasó la bolsa por el ventanillo de la puerta de Zoraik, quien al punto escaló la terraza y desde allí saltó a la terraza de una casa contigua, por cuya escalera bajó, y abriendo la puerta, se escapó a la calle y se encaminó a su casa.

En cuanto a Alí Azogue, estuvo esperando en la calle mucho rato; pero cuando vio que no se decidía nadie a abrirle, llamó a la puerta con un golpe terrible, que despertó a toda la casa, y exclamó Hassán-la-Peste: "¡Alí está a la puerta! ¡Vé a abrirle enseguida, ¡oh Lomo-de-Camello!" Luego, cuando hubo entrado Azogue, le preguntó irónico: "¿Y la bolsa del bribón?" Azogue exclamó: "¡Basta de chanzas, maestro! ¡Ya sabes que te la he dado por el ventanillo de la puerta!" Al oír estas palabras, Hassán-la-Peste se cayó de trasero por la fuerza explosiva de su risa, y exclamó: "¡Todo está por hacer de nuevo, ¡ya Alí! ¡Zoraik ha recuperado lo suyo!"

Entonces Azogue reflexionó un instante, y exclamó: "¡Por Alah, oh maestro! que como de esta noche no te traiga la tal bolsa, no quiero considerarme digno de mi nombre!" Y sin tardanza corrió por el camino más corto a casa de Zoraik, llegando antes que éste; penetró en ella por la terraza contigua, y empezó por entrar al aposento donde dormía la negra con su hijo, el pequeñuelo a quien debían circuncidar al día siguiente. Y se abalanzó primeramente a la negra, la inmovilizó en su colchón atándole brazos y piernas y la amordazó; luego cogió al pequeñuelo, a quien también amordazó, le puso en un cesto lleno de pasteles, calientes todavía, que estaban preparados para la fiesta del día siguiente, y fue a asomarse a la ventana, esperando la llegada de Zoraik, que no tardó en llamar a la puerta.

Entonces Azogue, simulando la voz y el modo de hablar de la negra, preguntó: "Eres tú, ¡ya sidi!?" El viejo contestó: "¡Sí, soy yo!" Azogue dijo: "¿Traes la bolsa?" Zoraik dijo: "¡Mírala!" "¡No la veo en la oscuridad! ¡Y no te abriré la puerta mientras no haya contado el dinero! ¡Voy a bajar por la ventana un cesto y la pondrás en él! ¡Y te abriré la puerta luego!" Después Azogue bajó por la ventana un cesto, donde Zoraik puso la bolsa; y entonces se apresuró a subirlo el joven. Cogió la bolsa, el pequeñuelo y el cesto de pasteles y huyó por el camino por donde había ido, para llegar a casa de Ahmad-la-Tiña y poner por fin entre las manos de Hassán-la-Peste el triple botín triunfal. Al ver aquello, la-Peste le felicitó mucho y quedó muy complacido de él; y todos se pusieron luego a comer los pasteles de la fiesta, gastando mil bromas a costa de Zoraik.

En cuanto a Zoraik, esperó en la calle mucho rato a que le abriese su esposa la negra; pero la negra no acudía, e impaciente, acabó por llamar a la puerta con golpes tan redoblados, que despertaron todos los vecinos y perros del barrio. Y no le abría nadie. Entonces derribó la puerta, y subió al aposento de su esposa, y vio lo que vio.

Cuando tras de libertar a su esposa se enteró por ella de lo que acababa de ocurrir, se golpeó con fuerza el rostro, se mesó la barba, y de aquella manera corrió a llamar a la puerta de Ahmad-la-Tiña. Ya había amanecido, y estaba levantado todo el mundo. Así es que Lomo-de-Camello fue a abrir e introdujo a Zoraik en un estado deplorable en la sala de reunión, donde se le acogió con una carcajada general. Entonces se encaró él con Azogue, y le dijo: "¡Por Alah, ¡ya Alí! te has ganado la bolsa! ¡Pero devuélveme a mi hijo!" Y contestó Hassán-la-Peste: "Has de saber ¡oh Zoraik! que mi discípulo Alí Azogue está dispuesto a devolverte tu hijo y hasta tu bolsa, si quieres consentir en darle en matrimonio a la hija de tu hermana Dalila, a la joven Zeinab de quien está enamorado". El viejo contestó: "¿Y desde cuándo se imponen condiciones al padre para pedirle en matrimonio su hija?

¡Devuélvanseme antes el niño y la bolsa, y después ya hablaremos del asunto!" Entonces Hassán hizo una seña a Alí, quien al punto entregó a Zoraik el niño y la bolsa, y le dijo: "¿Cuándo va a ser el casamiento?"

Y Zoraik sonrió, y contestó: "¡Despacio! ¡Despacio! ¿Acaso crees, ¡ya Alí! que puedo disponer de Zeinab como de un carnero o de un pescado frito? ¡No puedo concedértela mientras no le aportes la dote que reclama!"

Azogue contestó: "¡Dispuesto estoy a aportarle la dote que reclama. “¿Qué es?"

Zoraik dijo: "¡Has de saber que hizo juramente no dejarse cabalgar de frente por ninguno sin que la hubiese llevado antes como presentes nupciales, el traje recamado de oro de la joven Kamaria, hija del judío Azaria, así como su corona de oro, su cinturón de oro y su babucha de oro...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 461ª noche

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Ella dijo:

¡... Has de saber que hizo juramento de no dejarse cabalgar de frente por ninguno sin que la hubiese llevado antes, como presentes nupciales, el traje recamado de oro de la joven Kamaria, hija del judío Azaria, así como su corona de oro, su cinturón de oro y su babucha de oro!" Entonces exclamó Azogue: "¡Si no es más que eso, deseo perder todo derecho a casarme con Zeinab como no la lleve esta misma noche los presentes reclamados!"

Al oír estas palabras, le dijo Hassán-la-Peste: "¡Desgraciado de ti, ¡ya Alí! lo que acabas de jurar! ¡Eres hombre muerto! ¿Acaso no sabes que el judío Azaria es un mago pérfido, taimado y lleno de malicia? ¡A sus órdenes tiene a todos los genn y los efrits! ¡Vive fuera de la ciudad en un palacio construido con ladrillos de oro y plata alternados! Pero ese palacio, visible sólo cuando le habita el mago, desaparece a diario cuando su propietario viene a la ciudad para ventilar sus asuntos de usurero. Todas las noches, una vez que ha regresado a él, el judío se asoma a su ventana y enseña en una bandeja de oro el traje de su hija, gritando: "¡Oh vosotros todos, maestros en el arte de robar y bergantes del Irak, de Persia y de Arabia! ¡venid, si podéis, a apoderaros del traje de mi hija Kamaria! ¡Y daré a Kamaria en matrimonio al que logre llevarse su traje!" Pero, ¡ya Alí! ni los ladrones más listos ni los bergantes más astutos de entre nosotros pudieron hasta ahora intentar la aventura sin sufrir sus consecuencias; porque el insigne mago ha convertido, a los que pretendieron emprender la hazaña, en mulas, en osos, en burros o en monos. ¡Te aconsejo, pues, que renuncies a la cosa y te quedes con nosotros!"

Pero Alí exclamó: "¡Qué vergüenza para mí si por esa dificultad renunciara yo al amor de la sensible Zeinab! ¡Por Alah, que me traeré el traje de oro y vestiré a Zeinab con él la noche de la boda, y pondré en su cabeza la corona de oro, y el cinturón de oro en torno de su talle exquisito, y la babucha de oro en su pie!" Y salió inmediatamente en busca de la tienda del judío mago y usurero Azaria.

Llegado que fué al zoco de los cambistas, Alí preguntó por la tienda, y le enseñaron al judío, que precisamente estaba ocupado en pesar oro en sus balanzas para meterlo luego en sacos y cargar los sacos a lomos de una mula atada a la puerta. ¡Era muy feo y de aspecto avinagrado! Y a Alí le impresionó un poco su fisonomía. Sin embargo, esperó a que el judío acabase de alinear los sacos, de cerrar su tienda y de cinchar su mula, siguiéndole sin ser notado. Y de tal suerte llegó tras él fuera de las murallas de la ciudad.

Comenzaba a preguntarse Alí hasta dónde iba a seguir andando aún, cuando de pronto vio al judío extraer del bolsillo de su manto un saco, meter en él la mano, sacarla llena de arena y arrojar la arena al aire soplando por encima de ella. Y al punto vio elevarse ante él un magnífico palacio de ladrillos de oro y plata alternados, con un inmenso pórtico de alabastro y escalones de mármol, por los que subió el judío con su mula para desaparecer en el interior. Pero algunos instantes más tarde, apareció en la ventana con una bandeja de oro en la que había un traje espléndido recamado de oro, una corona, un cinturón y la babucha de oro, y exclamó: "¡Oh vosotros todos, maestros en el arte de robar y bergantes del Irak, de Persia y de Arabia! ¡venid, si podéis, a apoderaros de todo esto, y os pertenecerá mi hija Kamaria!"

Al ver y oír aquellas cosas, Azogue, que era muy juicioso, se dijo: "¡Por lo pronto, lo más prudente es ir a buscar a ese maldito judío y pedirle el traje con buenas palabras, explicándole lo que me ocurre con Zoraik!" Y levantó un dedo en el aire, gritando al mago: "¡Yo, Alí Azogue, el primero de los subalternos de Ahmad el mokaddem del califa, deseo hablarte!"

Y le dijo el judío: "¡Puedes subir!" Y cuando estuvo Alí en su presencia, le preguntó: "¿Qué quieres?" Y Alí le contó su historia, y le dijo: "¡Ahora, por último, necesito ese traje de oro y los demás objetos para llevárselos a Zeinab, la hija de Dalila!"

Al oír estas palabras, el judío se echó a reír, enseñando unos dientes espantosos, cogió una mesa con arena adivinatoria, y después de haber sacado el horóscopo de Alí, le dijo: "¡Escucha! ¡si aprecias tu vida y no quieres perderte sin remedio, sigue mi consejo! ¡Renuncia a tu proyecto! ¡Porque los que te impulsaron a emprender esa aventura no lo hicieron más que para perderte, como se han perdido todos los que intentaron ya la cosa! ¡Y cuenta que si no acabase yo de sacar tu horóscopo y saber por la arena que tu fortuna sobrepujará a mi fortuna, no hubiera vacilado, ciertamente, en cortarte el cuello!" Pero Alí, a quien inflamaron y estimularon estas últimas palabras, sacó de repente su alfanje, y amenazando con él al pecho del mago judío, exclamó: "¡Si no consientes en darme esos efectos ya, y en abjurar, además, de tus herejías y hacerte musulmán pronunciando el acto de fe, tu alma va a salir de tu cuerpo!" Entonces el judío extendió la mano como para pronunciar el acto de fe, y dijo: "¡Que se te seque la mano derecha!" E inmediatamente la mano derecha de Alí, con la cual sostenía el alfanje, se secó en la posición en que estaba, y el alfanje cayó al suelo. Pero lo recogió Alí con la mano izquierda y amenazó de nuevo el pecho del judío; mas éste pronunció: "¡Oh mano izquierda, sécate!" Y se secó la amenazadora mano izquierda de Alí, y el alfanje cayó al suelo. Entonces Alí, en el límite del furor, levantó la pierna derecha y quiso dar una patada en el vientre al judío; pero extendiendo éste su mano, pronunció: "¡Oh pierna derecha, sécate!" Y la pierna derecha de Alí se secó en el aire en la misma posición en que estaba, y Alí se encontró sostenido sólo con el pie izquierdo...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Y cuando llegó la 462ª noche

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Ella dijo:

... Y Alí se encontró sostenido sólo con el pie izquierdo. Y por más que quiso servirse de sus miembros inútiles, no consiguió más que perder el equilibrio, tan pronto cayéndose como levantándose, hasta que se quedó rendido, y le dijo el mago: "¿Has renunciado a tu proyecto?" Pero Alí replicó: "¡Necesito absolutamente los efectos de tu hija!" Entonces le dijo el judío: "¡Ah! ¿quieres los efectos? ¡Pues bien; voy a hacer que te los traigan!"

Y cogió una taza llena de agua, con la que le roció, y gritó: "¡Conviértete en burro!" Y al instante Alí Azogue se transformó en burro, con figura de burro, cascos herrados y orejas monumentales. Y se puso desde luego a rebuznar como un burro, levantando el hocico y la cola y sorbiendo el aire. Y el judío pronunció las palabras dominadoras para adueñarse de él completamente, y le obligó a bajar la escalera sobre sus patas traseras; y una vez que estuvieron en el patio del palacio, trazó un círculo mágico en la arena alrededor del burro; y al punto alzóse en torno a él una muralla que le encerraba en un recinto muy estrecho, del que no podía escaparse.

Por la mañana fué allá el judío, lo ensilló, lo embridó, lo montó, y le dijo al oído: "¡Vas a reemplazar a la mula!" Y le hizo salir del palacio encantado, el cual desapareció en seguida, y le guió por el camino de la tienda, adonde no tardó en llegar. Abrió su tienda, ató al borrico Alí en el sitio en que estaba atada la mula el día anterior y se puso a maniobrar con sus balanzas, sus pesos, su oro y su plata. Y el borrico Alí, que dentro de su piel conservaba todas sus facultades, excepto la de la palabra, se vio obligado, para no morirse de hambre, a morder con sus dientes su ración de habas secas; pero para consolarse desahogaba su mal humor soltando varias series de cuescos sonoros en la cara de los clientes.

Entretanto, llegó en busca del judío usurero Azaria un joven mercader arruinado por reveses de fortuna, y le dijo: "Estoy arruinado, y sin embargo, necesito ganarme la vida y mantener a mi esposa. ¡He aquí que te traigo sus brazaletes de oro, única y última propiedad que nos resta, para que me des a cambio su valor en dinero y pueda yo comprarme una mula o un asno y ejercer el oficio de vendedor de agua de riego". El judío contestó: "¿Piensas maltratar al asno que vas a comprar y darle mala vida si se niega a andar o a llevar cargas pesadas de agua?" El futuro arriero contestó: "¡Por Alah! ¡si se niega a trabajar, le obligaré a cumplir su tarea!" ¡Eso fué todo! Y el borrico Alí oyó semejantes palabras, y a manera de protesta, lanzó un cuesco espantoso.

En cuanto al judío Azaria, contestó a su cliente: "En ese caso, te cederé a cambio de esos brazaletes mi propio burro, que está ahí atado a la puerta. No tengas con él contemplaciones para que no se acostumbre a holgazanear; y cárgale bien el lomo, porque es robusto y joven".

Luego, terminada la compra, el vendedor de agua se llevó al borrico Alí, en tanto que pensaba éste para su ánima: "¡Ya Alí! ¡tu amo está dispuesto a cargarte al lomo unas aguaderas de madera dura y pesados odres grandes, y te obligará a hacer cada día diez carreras largas o más! ¡Indudablemente, estás perdido sin remedio!"

Cuando el vendedor de agua condujo el asno a su casa, dijo a su esposa que bajara a la cuadra a dar el pienso al animal. Y la esposa, que era joven y muy agradable a la vista, cogió la ración de habas y bajó en busca del borrico Alí para colgarle del pescuezo el saco de pienso. Pero el borrico Alí, que desde hacía un momento la miraba de reojo, se puso de pronto a resollar con fuerza y le dio un cabezazo que la tiró con las ropas desordenadas encima de la pila de beber las caballerías, la cubrió, acariciándole la cara con sus gruesos labios temblorosos, y puso de manifiesto su mercancía de burro, considerable herencia de burros antepasados.

Al ver aquello, la esposa del vendedor de agua empezó a lanzar gritos tan agudos que al punto acudieron a la cuadra todas las vecinas, y al ver el espectáculo, se apresuraron a hacer bajar el asno de la mujer derribada. Y he aquí que también llegó el marido que hubo de preguntarle: "¿Qué te pasa?" Ella le escupió en la cara y le dijo: "¡Ah hijo de adulterinos! ¿no supiste comprar en todo Bagdad más que este asno acosador de mujeres? ¡Por Alah! ¡escoge entre el divorcio o la devolución de este borrico!". El marido preguntó: "¿Pero qué ha hecho este borrico?" Ella dijo: "¡Me ha derribado y me ha cubierto! ¡Y si no es por las vecinas, me habría penetrado espantosamente!" Entonces el vendedor de agua la emprendió a estacazos con el asno, y acabó por llevársele de nuevo al judío, a quien dio cuenta de sus atentados inconvenientes y le obligó a quedarse con él otra vez y a restituirle los brazaletes.

Cuando se hubo marchado el vendedor de agua, el mago Azaria se encaró con el borrico Alí y le dijo: "¿Conque te dedicas a hacer bribonadas con las mujeres, !oh malvado!? ¡Espera! ¡ya que estás contento con tu condición de asno y no refrenas tus caprichos desvergonzados, te voy a convertir en algo que sea la irrisión de pequeños y grandes!" Y cerró su tienda, cinchó al burro y salió de la ciudad.

Como la víspera, hizo surgir de la tierra y del fondo del aire el palacio encantado...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Y cuando llegó la 463ª noche

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Ella dijo:

... Como la víspera, hizo surgir de la tierra y del fondo del aire el palacio encantado, y penetró con el burro en el recinto protector alzado en un extremo del patio. Comenzó por murmurar ante el borrico Alí palabras cabalísticas, y le roció con algunas gotas de agua, que le tornaron a su primera forma humana; luego, manteniéndose a cierta distancia de él, le dijo: "¿Quieres ¡ya Alí! seguir ahora mis consejos, y antes de que te metamorfosee bajo cualquier otra forma peor que la primera, renunciar a tu proyecto temerario y marcharte por tu camino?" El joven contestó: "¡No, ¡por Alah! ya que está escrito que mi fortuna sobrepujará a tu fortuna, necesito matarte o apoderarme del traje de Kamaria y convertirte a la fe del Islam!"

Y quiso precipitarse sobre el mago Azaria, que, al ver aquello, extendió la mano y le arrojó al rostro algunas gotas del agua que contenía la taza grabada con palabras talismánicas, gritándole: "¡Conviértete en oso!" Y al punto Alí Azogue quedó transformado en oso, con una gruesa cadena unida a una anilla de hierro que le atravesaba el hocico, y con bozal, como los osos amaestrados para que bailen. Luego se inclinó el judío al oído del joven, y le dijo: "¡Ah malvado, eres semejante a la nuez, de la que no puede uno servirse mientras no le rompe la cáscara!" Y le ató a una estaca hincada en el recinto fortificado, y no fue a buscarle hasta el día siguiente. Montó entonces en su mula de los días anteriores y arrastró detrás de él al oso Alí a la tienda después de haber hecho desaparecer el castillo encantado, y le ató junto a la mula, para ocuparse luego de su oro y de sus clientes. ¡Y el oso Alí oía y comprendía, pero no podía hablar!

Entretanto, acertó a pasar por delante de la tienda un hombre que vio al oso encadenado, y entró al instante para preguntar al judío: "¡0h maese Azaria! ¿quieres venderme ese oso? A mi esposa, que está enferma, la han recetado carne de oso y grasa de oso para ungüentos: pero no encuentro nada de eso por ninguna parte". El mago le dijo: "¿Vas a inmolarle en seguida o le cebarás primero para que te dé más ungüento?" El otro contestó: "Está bastante gordo así para lo que necesita mi esposa. ¡Y hoy mismo voy a hacer que le degüellen!" El mago repuso en el límite de la alegría: "¡Puesto que es para bien de tu esposa, te lo cedo de balde!" Entonces el hombre se llevó al oso a su casa y llamó a un carnicero que llegó con dos hachas grandes, poniéndose a afilarlas una contra otra después de remangarse. Al ver aquello, el aprecio en que tenía su alma duplicó las fuerzas del oso Alí, que, en el momento en que le derribaban para degollarle, saltó súbito de entre las manos de sus verdugos, y voló más que corrió hasta el palacio del mago.

Cuando Azaria vió volver al oso Alí, se dijo: "¡Voy a hacer aún con él la última tentativa!" Le roció, como de costumbre, y le devolvió su forma humana después de haber llamado aquella vez a su hija Kamaria para que presenciase la metamorfosis. Y la joven vio a Alí en su forma humana y le encontró tan hermoso, que concibió en su corazón un amor violento hacia él. Así es que encarándosele, le preguntó: "¿Es verdad, ¡oh hermoso joven! que no es a mí a quien deseas, sino sólo mi traje y mis efectos?" El contestó: "¡Es verdad! ¡Porque se los destino a Zeinab, la sensible hija de Dalila, la lista!" Estas palabras sumieron a la joven en un dolor y una consternación grandes, haciendo exclamar a su padre: "¡Tú misma oíste al malvado! ¡No se arrepiente!" Y roció al instante a Alí con el agua de la taza talismánica, gritándole: "¡Vuélvete perro!" Y Alí se encontró en seguida convertido en perro callejero; y el mago le escupió en la cara y le dió un puntapié, echándole del palacio.

El perro Alí empezó a vagabundear extramuros de la ciudad; pero como no encontraba nada que comer, se decidió a entrar en Bagdad. Y he aquí que inmediatamente le acogieron los ladridos de todos los perros de los diversos barrios por donde pasaba, que al ver a aquel extranjero a quien no conocían y que así violaba las fronteras de que eran ellos guardianes, hubieron de perseguirle a dentelladas hasta los límites respectivos. Y de tal suerte iba el intruso de sitio en sitio, acosado y mordido cruelmente por doquiera; pero por fin pudo refugiarse en una tienda abierta que por casualidad estaba enclavada en territorio neutral. Por cierto que el propietario, que era un prendero vendedor de objetos de segunda mano, al ver a aquel desgraciado perro con la cola entre piernas, perseguido furiosamente por el ejército de los demás perros, cogió su bastón y le defendió contra los agresores, que acabaron por dispersarse ladrando desde lejos. Entonces, para demostrar su agradecimiento al prendero, el perro Alí se echó a sus pies con lágrimas en los ojos y le acarició, lamiéndole y moviendo la cola con emoción. Y permaneció a su lado hasta la noche, diciéndose: "¡Más vale ser perro que mono, por ejemplo, o algo peor todavía!" Y por la noche, cuando el prendero cerró su tienda, se pegó a él y le siguió a su casa.

Y he aquí que apenas hubo entrado en su casa el prendero, su hija se tapó el rostro, y exclamó...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.



Pero cuando llegó la 464ª noche

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Ella dijo:

... Y he aquí que apenas hubo entrado en su casa el prendero, su hija se tapó el rostro y exclamó: "¡Oh padre mío! ¿cómo te atreves a hacer entrar en el aposento de tu hija a un extraño?" El prendero dijo: "¿Quién es ese extraño? ¡No hay aquí nadie más que un perro!" Ella contestó: "¡Ese perro no es otro que Alí Azogue, de El Cairo, que fué hechizado por el judío Azaria el mago a causa del traje de su hija Kamaria!" Al oír estas palabras, el prendero se encaró con el perro, y le preguntó: "¿Es verdad eso?" Y el perro hizo con la cabeza una seña que significaba: "¡Sí!" Y continuó la joven: "¡Dispuesta estoy, si quiere casarse conmigo, a devolverle su primitiva forma humana!" Y exclamó el prendero: "¡Por Alah! ¡oh hija mía! ¡devuélvele su forma, y sin duda se casará contigo!'' Luego se volvió hacia el perro, y le preguntó:

"¡Ya lo has oído! ¿Consientes en ello?" El perro meneó la cola e hizo con la cabeza una seña que significaba: "¡Sí!" Entonces la joven cogió una taza talismánica llena de agua, y comenzaba a pronunciar sobre ella las palabras conjuratorias, cuando de improviso se dejó oír un grito estridente y la esclava de la joven entró entonces en el aposento diciendo a su ama: "¿Qué fué ¡oh mi señora! de la promesa y del pacto que entre las dos hicimos? ¡Cuando te enseñé la hechicería, me juraste no verificar nunca una operación mágica sin consultarme! precisamente también yo quiero casarme con el joven Alí Azogue, que ahora está convertido en perro: y no consentiré que se le transforme en hombre más que con la condición de que nos pertenezca a ambas en común y pase una noche conmigo y una noche contigo!" Y en cuanto la joven accedió a este arreglo, su padre le preguntó, muy asombrado de todo aquello: "¿Y desde cuándo estás iniciada en la hechicería?" Ella contestó: "¡Desde que llegó esta esclava nueva, que la había aprendido estando al servicio del judío Azaria, pues a hurtadillas hojeaba los libros mágicos y los volúmenes antiguos de ese insigne mago!"

Tras de lo cual cada una de las dos jóvenes cogió una taza talismánica, y después de haber murmurado en lengua hebrea algunas palabras, rociaron con el agua al perro Alí, diciéndole: "¡Por las virtudes, y los méritos de Soleimán, torna a convertirte en un ser humano vivo! Y al instante saltó sobre sus dos pies Alí Azogue, más joven y más hermoso que nunca. Pero en aquel mismo momento se dejó oír un grito estridente, abrióse de par en par la puerta, y una maravillosa joven hizo su entrada en la estancia, llevando en sus brazos dos bandejas de oro superpuestas; en la bandeja áurea de abajo estaban el traje de oro, la corona de oro, el cinturón de oro y la babucha de oro, y en la bandeja de arriba, que era más pequeña, estaba la cabeza cortada del judío Azaria, sanguinolenta y con los ojos extraviados.

"Porque aquella tercera joven tan bella no era otra que Kamaria, la hija del mago, que poniendo las dos bandejas a los pies de Alí Azogue le dijo: "¡Aquí te traigo, ¡oh Alí! los efectos que codiciabas y la cabeza de mi padre el judío, porque te amo! ¡Sabrás también que me he vuelto musulmana ahora!" Y pronunció: "! No hay más dios que Alah! !Y Mohammed es el enviado de Alah".

Al oír estas palabras, contestó Alí Azogue: "¡Consiento en casarme contigo a la vez que con estas dos jóvenes que están aquí, ya que siendo mujer y contra los usos corrientes, me traes un presente nupcial tan hermoso! ¡Pero es con la condición de regalar estos objetos a Zeinab, hija de Dalila, a quien deseo tener como cuarta esposa, pues que la ley permite cuatro esposas legítimas!'" Kamaria accedió a ello, y también las otras dos jóvenes. Y preguntó, el prendero: "¿Nos prometerás, por lo menos, no tomar concubinas además de tus cuatro esposas legítimas?" Alí contestó: "¡Lo prometo!" Y cogió la bandeja de oro que contenía los efectos de Kamaria, y salió para llevárselos a Zeinab, la hija de Dalila.

Mientras se dirigía a casa de Dalila, vió a un vendedor ambulante que llevaba a la cabeza una bandeja grande con confituras secas, halawa y almendras garapiñadas, y se dijo: "¡Estará bien que lleve conmigo dulces de estos para dárselos a Zeinab!" Y he aquí que el vendedor, que parecía acecharle, le dijo: "¡Oh mi amo, no hay en Bagdad quien saque como yo la confitura de zanahorias con nueces! ¿Cuánto necesitas? ¡Pero antes de comprarme nada, prueba este pedacito y dime cómo lo encuentras!" Y Azogue cogió el pedazo y se lo tragó. Pero en el mismo momento cayó al suelo como inanimado. El pedazo de confitura estaba mezclado con bang; y el vendedor no era otro que Mahmud el Aborto, que ejercía el oficio lucrativo de despojar a sus clientes. Había visto todas las cosas hermosas que llevaba Azogue, y le había narcotizado para robárselas. En efecto, no bien quedó Azogue tendido sin movimiento, el Aborto se apoderó del traje de oro y de las demás cosas y se dispuso a huir; pero de pronto apareció a caballo Hassán-la-Peste, acompañado por sus cuarenta guardias, y vio al ladrón y le detuvo. Y el Aborto no tuvo más remedio que declarar y enseñar a Hassán aquel cuerpo tendido en el suelo. Al punto Hassán, que desde la desaparición de Alí recorría en busca suya con sus guardias todos los barrios de Bagdad, hizo traer contrabang y se lo administró. Y cuando hubo despertado el joven, sus primeras palabras fueron para pedir noticias de los efectos que llevaba a Zeinab. Y Hassán se los enseñó, y después de las efusiones propias del encuentro, le felicitó por su destreza, y le dijo: "¡Por Alah, nos superas a todos!" Luego le condujo a casa de Ahmad-la-Tiña, y tras nuevas zalemas por una y otra parte, se hizo contar toda la aventura, y le dijo: "¡Pues entonces el palacio encantado del mago te corresponde por derecho propio, ya que una de tus cuatro esposas va a ser Kamaria! ¡Allí celebraremos tus bodas cuádruples! Voy al instante a llevar a Zeinab de tu parte los presentes y a decidir a su tío Zoraik a que te la conceda en matrimonio. ¡Y te lo prometo que no rehusará esta vez el viejo bribón! ¡En cuanto a Mahmud el Aborto no podemos castigarle porque va a ser pariente tuyo al entrar tú en su familia...


En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.

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