Pero cuando llegó la 390ª noche

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Ella dijo.

...Entonces la que se llamaba Corza, templó su laúd y cantó.


¡Libres huríes y vírgenes,
nos reímos de las sospechas!
¡Somos las gacelas de la Meca,
a las que está prohibido espantar!
¡La gente soez
nos acusa de vicios
porque tenemos los ojos lánguidos
y porque es encantador nuestro lenguaje!
¡Hacemos ademanes indecentes
que obligan a desviarse
a los musulmanes piadosos!

A Al-Mamúm le pareció deliciosa esta canción, y preguntó a la joven: "¿De quién es?" Ella contestó: "Los versos son de Jarir, y la música es de lbn-Soraij". Entonces, el califa y los otros dos vaciaron sus copas, mientras se retiraban las esclavas para ser reemplazadas al punto por otras diez cantoras, vestidas de seda escarlata, ceñidas con cendales escarlata, y mostrando suelto el cabello, que les caía pesadamente por la espalda. Ataviadas con aquel color rojo, semejábanse a un rubí de múltiples reflejos. Se sentaron en los sillones de oro y cantaron a coro, acompañándose cada cual con su laúd.

Y Al-Mamúm se encaró con la que brillaba más en medio de sus compañeras, y le preguntó: "¿Cómo te llamas?" Ella contestó: "Seducción, ¡oh Emir de los Creyentes!" El dijo: "Entonces, ¡oh Seducción! date prisa a hacernos oír tu voz sola".


Y acompañándose con el laúd, Seducción cantó:
Los diamantes y los rubíes,
los brocados y las sedas,
importan poco a las bellas!
Sus ojos son de diamantes,
sus labios son de rubíes,
Y de seda es lo demás!

Extremadamente encantado, preguntó el califa a la cantora: "¿De quién es ese poema, ¡oh Seducción!?" Ella contestó: "Es de Adí ben-Zeid; en cuanto a la música, es muy antigua, y se desconoce al autor".

Al-Mamúm, su hermano Abú-Issa y Alí ben-Hescham vaciaron sus copas, y diez nuevas cantoras, vestidas de tisú de oro y con el talle oprimido por cinturones de oro resplandecientes de pedrerías, fueron a sentarse en los sillones y cantaron como las anteriores. Y el califa preguntó a la de cintura fina: "¿Tu nombre?.

Ella dijo: "Gota-de-Rocío, ¡oh Emir de los Creyentes!" Dijo él: "¡Pues bien, Gota-de-Rocío, esperamos de ti unos versos!" Y al punto cantó ella.


¡He bebido vino en su mejilla,
y se me huyó la razón!
¡Y vestida solamente
con mi camisa perfumada
de nardo y de aromas;
saldré a la calle
para dar fe de nuestros amores,
con mi camisa perfumada
de nardo y de aromas!

Al oir estos versos, exclamó Al-Mamúm: "¡Ya Alah! ¡Triunfaste, oh Gota-de-Rocío! ¡Repíteme los últimos versos!" Y pulsando las cuerdas de su laúd, Gota-de-Rocío los repitió en un tono más sentido.


¡Saldré a la calle
para darte fe de nuestros amores,
con mi camisa perfumada
de nardo y de aromas!

Y el califa le preguntó: " ¿De quién son esos versos, ¡oh Gota-de-Rocío? Ella dijo: "De Abu-Nowas, ¡oh Emir de los Creyentes! y la música es de Ishak".

Cuando acabaron de tocar las diez esclavas, el califa quiso dar por terminada la fiesta y levantarse. Pero se adelantó Alí ben-Hescham, y le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! todavía tengo una esclava que he comprado por diez mil dinares y que deseo mostrar al califa; dígnese, pues, permanecer aún algunos momentos.

Si le gusta, podrá guardarla como suya; si no le gusta, no habré dejado de someterla a su opinión".

Al-Mamúm dijo: "¡Venga a mí, pues, esa esclava!" En el mismo momento apareció una joven de incomparable belleza, flexible y delgada como una rama de bambú, con ojos babilónicos llenos de hechizos, con cejas de arco riguroso y con tez robada a los jazmines; ceñia a su frente una diadema enriquecida con perlas y pedrerías, sobre la cual corría este verso en letras de diamantes.


¡Encantadora y educada por los genios, sabe punzar los corazones con las flechas de un arco sin cuerda!


La joven continuó avanzando lentamente, y fué a sentarse sonriendo en el sillón de oro que estaba reservado para ella. Pero apenas la vió entrar Abú-Issa, el hermano del califa, cambió de color de manera tan inquietante, que Al-Mamúm se dio cuenta de ello, y le preguntó: "¿Qué te pasa, ¡oh, hermano mío! para cambiar de color así?"

El interpelado contestó: "¡Oh, Emir de los Creyentes! ¡sólo es una molestia en el hígado, que ya me ha dado otras veces!" Pero Al-Mamúm insistió y le dijo: "¿Acaso conoces a esa joven y la viste antes de hoy?" Abú-Issa no quiso negarlo, y dijo: "¿Habrá ¡oh Emir de los Creyentes! quien ignore la existencia de la luna?"

El califa se encaró entonces con la joven, y le preguntó: "¿Cómo te llamas, joven?" Ella contestó: "Frescura-de-los-Ojos, ¡oh Emir de los Creyentes!"

Él dijo: "¡Pues bien, Frescura-de-los-Ojos, cántanos cualquier cosa!" Y cantó ella.


¿Sabe amar quien no lleva el amor más que en su lengua, y aloja la diferencia en su corazón?

¿Sabe amar aquel cuyo corazón es una roca, mientras finge pasión su rostro?

¡Me han dicho que la ausencia cura las torturas del amor! Pero ¡ay! ¡no nos curó la ausencia!

¡Nos dicen que volvamos junto al ser amado, pero el remedio no surte efecto, porque el ser amado desconoce nuestro amor!


Maravillado de su voz, le preguntó el califa: "¿Y de quién es esa canción, ¡oh Frescura-de-los-Ojos!?" Ella dijo: "Los versos son de El-Kherzaí y la música es de Zarzur". Pero Abú-Issa, a quien sofocaba la emoción, dijo a su hermano: "¡Permíteme responderle, oh Emir de los Creyentes!.

Dio el califa su aprobación, y Abú-Issa cantó.


¡En mis ropas hay un cuerpo adelgazado, y un corazón torturado dentro de mi seno!

¡Si mantuve mi amor sin que me saliera a los ojos, fue por temor de ofender a la luna en quien se cifra!

Cuando Alí, Padre-de-la-Belleza, hubo oído esta respuesta, comprendió que Abú-Issa amaba locamente a su esclava Frescura-de-losOjos. Levantóse al punto, e inclinándose ante Abú-Issa, le dijo: "¡Oh huésped mío! no se dirá que nadie formuló en mi casa un anhelo, aunque fuera mentalmente, sin haberlo realizado al instante.

¡Así, pues, si el califa quiere permitirme que haga una oferta en su presencia, Frescura-de-los-Ojos se convertirá en tu esclava!.

Y como el califa dió su consentimiento, Abú-Issa se llevó a la joven.

¡ Porque tanta era la generosidad sin par de Alí y de los hombres de su época!.


Luego, para terminar, aún contó Schehrazada esta anécdota.



¿Mujeres o jovenzuelos?

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Cuenta el sabio Omar Al-Homs.

"En el año quinientos sesenta y uno de la hégira hizo un viaje a Hama la mujer más instruida y más elocuente de Bagdad, la que todos los sabios del Irak llamaban la Maestra de los Maestros. Y he aquí que aquel año llegaron a Hama desde todas las comarcas de los países musulmanes los hombres más versados en las diversas ramas de los conocimientos; y todos se alegraban de poder oír e interrogar a esta mujer maravillosa entre todas las mujeres, que viajaba de aquel modo de país en país, en compañía de un joven hermano suyo, para sostener tesis públicas acerca de las cuestiones más difíciles, e interrogar y ser interrogada sobre todas las ciencias, la jurisprudencia, la teología y las bellas letras.

Deseoso de oírla, rogué a mi amigo el sabio jeique El-Salhaní que me acompañara al sitio donde argumentaba ella aquel día. El jeique El-Salhaní aceptó, y nos presentamos ambos en la sala donde Sett Zahía se mantenía detrás de una cortina de seda para no contravenir la costumbre de nuestra religión. Nos sentamos en un banco de la sala, y su hermano cuidó de nosotros, sirviéndonos frutas y refrescos.

Después de haberme hecho anunciar a Sett Zahía, declinando mi nombre y mis títulos, empecé con ella una discusión acerca de la jurisprudencia divina y acerca de las diferentes interpretaciones que a la ley dieron los más sabios teólogos de los tiempos antiguos. En cuanto a mi amigo el jeique El-Salhaní, desde el instante que divisó al joven hermano de Sett Zahía, jovenzuelo de una belleza extraordinaria de rostro y de formas, quedó maravillado de admiración en el límite del entusiasmo, y no separó de él ya sus miradas. Así es que no tardó Sett Zahía en darse cuenta de la distracción de mi compañero, y cuando la observó, acabó por comprender los sentimientos que le animaban. Le llamó de pronto por su nombre, y le dijo: "Me parece ¡oh jeiquel que eres de los que prefieren los jovenzuelos a las mujeres...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.



Y Cuando llegó la 391ª noche

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Ella dijo.

"...de los que prefieren los jovenzuelos a las mujeres". Mi amigo sonrió, y dijo: "¡Así es!" Ella preguntó: "¿Y por qué? ¡oh jeique!"

El dijo: "¡Porque Alah ha modelado el cuerpo de los jovenzuelos con una perfección admirable, en detrimento de las mujeres, y mis gustos me impulsan a preferir en toda cosa lo perfecto a lo imperfecto!" Ella se rió detrás de la cortina, y dijo: "¡Pues bien; si quieres defender tu opinión, estoy dispuesta a responderte!" El dijo: "¡Con mucho gusto!.

Entonces le preguntó ella: "¡En tal caso, explícame cómo podrás probarme la superioridad de los hombres y de los adolescentes sobre las mujeres y las jóvenes!"

El dijo: "¡Oh mi señora! la prueba que me pides puede hacerse de una parte por la lógica del razonamiento y de otra parte por el Libro y por la Sunna.

"En efecto, dice el Corán: "Los hombres superan con mucho a las mujeres, porque Alah les ha dado la superioridad". También dice: "En cualquier herencia, la parte correspondiente al hombre debe ser el doble de la correspondiente a la mujer; así es que el hermano heredará dos veces más que su hermana". Estas palabras santas nos prueban, pues, y establecen de manera permanente, que a una mujer no se la debe considerar más que como a la mitad de un hombre.

"En cuanto a la Sunna, nos enseña que el Profeta (¡con él la plegaria y la paz!) estimaba el sacrificio expiatorio de un hombre como si tuviese dos veces más valor que el de una mujer.

"Si recurrimos ahora a la lógica pura, veremos que la razón confirma la tradición y la enseñanza. En efecto, si nos preguntamos sencillamente: "¿Quién tiene la prioridad, el ser activo o el ser pasivo?", la respuesta será sin duda alguna en favor del ser activo. Y el principio activo es el hombre, y la mujer es el principio pasivo. No hay que vacilar, por tanto. ¡El hombre se halla por encima de la mujer, y el joven es preferible a la joven!.

Pero Sett Zahía contestó: "¡Tus citas son exactas!, ¡oh jeique! Y contigo reconozco que en su Libro Alah ha dado a los hombres preferencia sobre las mujeres. Pero no especificó nada y habló de una manera general. ¿Por qué, pues, si buscas la perfección de las cosas, te diriges solamente a los jóvenes? ¡Deberías preferir a los hombres de barba, a los venerables jeiques de frente arrugada, pues que fueron más lejos en la vía de la perfección!.

El contestó: "Sí, por cierto, ¡oh mi señora! Pero no comparo ahora a los ancianos con las mujeres viejas, pues no se trata de eso, sino solamente de sacar deducciones de los jóvenes. En efecto, me concederás, ¡oh mi señora! que nada en la mujer puede compararse a las perfecciones de un joven hermoso, a su talle flexible, a la finura de sus miembros, al conjunto de colores tiernos que hay en sus mejillas, a la gentileza de su sonrisa y al encanto de su voz. Por cierto que para ponernos en guardia contra una cosa tan evidente, nos dice el propio Profeta: "¡No prolonguéis vuestras miradas sobre los mozuelos sin barba, porque tienen ojos más tentadores que los de las huríes!.

Además, ya sabes que la mayor alabanza que puede hacerse de la belleza de una joven es compararla con la de un mozuelo. Bien conoces los versos en que el poeta Abu-Nowas habla de todo eso, y el poema en que dice.


¡Tiene ella las caderas de un mozo, y se balancea al viento ligero como al soplo del Norte se balancea la rama del ban!


"Así, pues, si los encantos de los jóvenes no fueran notoriamente superiores a los de las jóvenes, ¿por qué se sirven de ellos los poetas como término de comparación?

"Además, no ignoras que el adolescente no se limita a estar bien formado, sino que sabe arrebatarnos los corazones con el encanto de su lenguaje y lo agradable de sus maneras. ¡Y es tan delicioso cuando un bozo incipiente comienza a sombrear sus labios y sus mejillas, donde anidan pétalos de rosa! ¿Y es que puede encontrarse en el mundo algo comparable al encanto que en aquel momento despide? ¡Qué razón tenía el poeta Abu-Nowas al exclamar!.


Me dicen sus calumniadores envidiosos: "¡Ya empiezan los pelos a hacer rugosos sus labios!" Pero yo les digo: "¡Cuán grande es vuestro error! ¿Cómo puede pareceros un defecto ese adorno?


"¡Ese bozo realza la blancura de su cara y de sus dientes, como un engarce verde realza el brillo de las perlas! ¡Es un indicio encantador de las fuerzas nuevas que adquiere su grupa!


"Han hecho las rosas juramento solemne de no borrar jamás de las mejillas de él sus colores milagrosos! ¡Saben sus párpados hablarnos con lenguaje más elocuente que el de sus labios, y sus cejas saben contestar con precisión!


"¡Los pelos, objeto de vuestra maledicencia, sólo han crecido para preservar sus encantos y ponerlos al abrigo de vuestros ojos groseros! ¡Dan al vino de su boca un sabor más pronunciado; y el verde de su barba en sus mejillas de plata les añade un color más vivo para entusiasmarnos!”


"También ha dicho otro poeta.


Me dicen los envidiosos: "¡Cuán ciega es tu pasión! ¿No ves que ya los pelos cubren sus mejillas?.


Yo les digo: "¡Si no estuviera la blancura de su rostro atenuada por la sombra dulce de su bozo, sería imposible que sostuvieran su resplandor mis ojos!


"Y además, ¿cómo, después de haber cultivado una tierra mientras era fértil, voy a abandonarla cuando la fertiliza la primavera?.


"Por último, ha dicho otro entre mil.


¡Esbelto mozo! ¡Sus miradas y sus mejillas luchan entre sí por quién hará más víctimas entre los hombres!


¡Derrama sangre de corazones con una espada hecha de pétalos de narciso, y cuya vaina y cuyo tahalí se lo robaron a los mirtos!


¡Tantas envidias suscitan sus perfecciones, que la misma belleza desea convertirse en mejilla velluda!

"He aquí ¡oh mi señora! pruebas bastantes para demostrar la Superioridad de la belleza de los mozos sobre la de las mujeres en general...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.



Pero cuando llegó la 392ª noche

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Ella dijo.

"... la superioridad de la belleza de los mozos sobre la de las mujeres en general".

Al oír estas palabras, contestó Sett Zahía: "Alah perdone tus argumentos erróneos, si es que no hablaste solamente por hablar o en broma. ¡Pero ahora va a triunfar la verdad! No endurezcas tu corazón y prepara tu oído para escuchar mis argumentos.

¡Por Alah sobre ti! Dime dónde se halla el joven cuya belleza puede compararse con la de una joven. ¿Olvidas que la piel de una joven, no sólo tiene el resplandor y la blancura de la plata, sino también la dulzura de los terciopelos y las sedas? ¡Su cintura es la rama del mirto y del ban! ¡Su boca es una manzanilla en flor, y sus labios dos anémonas húmedas! Sus mejillas, manzanas; calabacitas de marfil, sus senos.

Su frente irradia claridad, y de continuo dudan sus dos cejas, sin saber si deben reunirse o separarse. Cuando habla, se desgranan en su boca perlas finas; cuando sonríe, se escapan torrentes de luz de sus labios, que son más dulces que la miel y más suaves que la manteca. En el hoyo de su mentón está impreso el sello de la belleza. En cuanto a su vientre, ¡qué bonito es! Tiene a los lados líneas admirables y pliegues generosos que se superponen unos a otros. Sus muslos están hechos con una sola pieza de marfil y los sostienen las columnas de sus pies, formados con pasta de almendra.

¡Pero por lo que respecta a sus nalgas, son de buena ley, y cuando suben y bajan se las creería las olas de un mar de cristal o montañas de luz! ¡Oh pobre jeique!, ¿acaso pueden compararse los hombres a los genios? ¿No sabes que los reyes, los califas y los más grandes personajes de que hablan los anales fueron esclavos obedientes de las mujeres y consideran como una gloria soportar su yugo?

Cuántos hombres eminentes bajaron la frente, sojuzgados por sus encantos! ¡Cuántos abandonaron por ellas riquezas, país, padre y madre! ¡Cuántos reinos perdiéronse por ellas! ¡Oh pobre jeique!, ¿no es para ellas para quienes se levantan los palacios, se borda la seda y los brocados y se tejen las telas más ricas? ¿No es para ellas para quienes tan buscados son por su perfume agradable y dulce el ámbar y el almizcle? ¿Olvidas que sus encantos han condenado a los habitantes del paraíso, y han trastornado la tierra y el universo y han hecho correr ríos de sangre?

"Pero respecto a las Palabras que citaste del Libro, son más favorables a mi causa que a la tuya.

Son esas Palabras: "¡No prolonguéis vuestras miradas sobre los mozuelos sin barba, porque tienen ojos más tentadores que los de las huríes!" Ya ves que se trata de una alabanza directa a las huríes del paraíso, que sirven de término de comparación, siendo mujeres y no mozos. ¡Y hasta vosotros, los aficionados a los adolescentes, cuando queréis describir a vuestros amigos, comparáis sus caricias con las de las jóvenes! No os da vergüenza de vuestros gustos corrompidos, os complacéis en ellos y los satisfacéis en público.

Olvidáis las palabras del Libro: "¿Por qué buscar el amor de los varones? ¿No ha creado Alah a las mujeres para satisfacción de vuestros deseos?' ¡Gozad, pues, con ellas a vuestro sabor! ¡Pero sois un pueblo terco!.

"Si a veces comparáis a las jóvenes con los mozuelos, unicamente se debe a vuestros deseos corrompidos y a vuestro gusto pervertido!

Sí, conocemos bien a vuestros poetas aficionados a los mozos! ¿No ha dicho el más grande de ellos, el jeique de los pederastas, Abu-Nowas, hablando de una joven.

¡Igual que un joven, no tiene caderas, y hasta se ha cortado los cabellos! ¡Y he aquí que un tierno bozo sombrea su rostro y da doble valor a sus encantos! ¡Así puede satisfacer al pederasta y al adúltero!


“Y en cuanto al supuesto atractivo que da la barba a los jóvenes...


En este momento de su narración. Schehrazada vió aparecer la mañana y calló discretamente.

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